Hace apenas 17 días Neisi tocó el Olimpo al ganar el oro que sus sueños de niña impulsaran hace doce años. Alzar sus dos últimos pesos fue titánico, sin embargo, el que la prueba sea tan rápida socava las injusticias e infortunios que junto con su familia ha vivido desde el nacimiento. Desde niña, cada día entrena haciendo un esfuerzo físico monumental, además, cada año su personalidad se moldea al enfrentar la injusticia provocada por dirigentes insensibles o las tristezas infinitas de la muerte de su hermano Javier y su mamá. Sin duda ese trayecto tan difícil fue en parte gestor de un carácter y una fortaleza mental que vale hoy, literalmente, oro.

Walter Llerena aprendió a levantar pesas junto con sus hermanos debido a su padre, Gustavo, quien les enseñó el oficio del halterismo. Su madre les inculcó la responsabilidad de hacer las cosas bien, con pasión y alegría. El sueño olímpico de sus padres se derramó a la vida de José y Walter, que a pesar de muchos perversos en el camino llegaron a ser campeones panamericanos. Pero además, Walter creció con un sentido de solidaridad y ética que lo impulsó a recibir en su propia casa a decenas de niños para brindarles techo, alimentación, disciplina… ante todo amor. ¿Cuántas personas en Ecuador ayudan, por años, a otros? ¿Cuántas además lo hacen a pesar de no tener fortuna económica?

En las redes sociales y crónicas de estos días hemos leído a miles de personas emocionadas ante las victorias de Neisi, Tamara, Angie y –a pesar de su caída en Tokio– Alexandra Escobar. Casi espontáneamente crecieron símbolos que estas mujeres –las más fuertes del mundo– nos dieron: sueños de niñas que sí se cumplen, imágenes de la belleza de jóvenes afro orgullosas de su feminidad y de poder mostrar su hermosura a pesar de los prejuicios y el irrespeto a migrantes. La alegría de tantas niñas –reflejadas por los comentarios de sus madres– radica en ver a estas chicas haciendo la proeza de ganar, de ser bellas y fuertes con sus moños, medias y zapatos multicolores más sus impecables y francas sonrisas.

A cambio, parece muy poco lo que Neisi y Tamara han recibido de nosotros. Esperaría que miles de empresarios les dieran regalos, como algunas personas lo han hecho a título personal sin pedir ni una foto a cambio, simplemente agradecidas por los momentos de felicidad y orgullo que dieron sus victorias. Vista la potencia de las imágenes de estas jóvenes, ¿qué esperan los entes gubernamentales para contratarlas como emblema de los programas de lucha contra los prejuicios?, la xenofobia, la invisibilidad de la niñez, de las mujeres, el machismo, la aporofobia, el menosprecio a lo afro para dar solo los ejemplos más obvios. No por paternalismo, sino por reconocimiento a la hazaña de lo que ellas son, a pesar de todo: las mejores del mundo. Su gesta sobrepasa las medallas y diplomas: ilusionan, sobre todo hacen reales los sueños de miles de niñas y jóvenes ecuatorianas. Me temo que este momento de reconocimiento pueda ser muy corto, que personas con poder económico, élites intelectuales y académicas y estatales dejen pasar la oportunidad de cambiar el país hacia algo mejor y más importante. ¿Qué ha hecho usted? (O)