En 2021 el Ecuador produjo un millón de toneladas de camarón y destronó a la India como mayor exportador y productor mundial.

La actividad camaronera se benefició de largos años de no estar sobrerregulada. Fue hace unos 50 años que empresarios orenses se percataron de que cuando bajaba la marea dejaba lagunas salobres donde quedaban atrapadas larvas de camarón. Y surgió la acuicultura camaronera.

En los setenta, el Estado intervenía en todo. Algunos de los flamantes empresarios camaroneros eran hasta entonces bananeros y vivían bajo la espada de Damocles de la reforma agraria: había el peligro latente de que les expropiaran o confiscaran sus tierras. Pero la acuicultura camaronera se da en salitrales no aptos para la agricultura, por lo que no regía para ellas la reforma agraria.

Otros tenían embarcaciones pesqueras. La Ley de Pesca obligaba a las empresas pesqueras a ser integradas: debían tener barcos, empacadora y/o enlatadora, distribuir en el mercado interno y exportar. Era muy riesgoso, costoso y complicado. Pero la acuicultura no era pesca, por lo que la ley de pesca no las regulaba.

La industria camaronera surgió gracias a que su hábitat es la angosta franja entre la tierra y el mar fuera de límites de sus respectivas asfixiantes regulaciones. El dirigista Plan de Desarrollo de los setenta la ignoró. Recién en 2020 se les ocurrió a las autoridades hacer una ley de fomento de la acuicultura (89 páginas).

Para el observador casual, el negocio camaronero es una mina de oro. Pero la acuicultura pasa por etapas muy críticas. En los primeros años los camaroneros sufrían la pesadilla que veían a una bandada de gaviotas que se precipitaba sobre sus piscinas: indicio de alta mortalidad del camarón. Se dieron quiebras y el ingreso de nuevos empresarios. Igual pasó poco después con el síndrome de Taura. La más reciente historia de quiebras y recomienzo fue la mancha blanca, que vino con El Niño 97/98 y contribuyó a la quiebra de más camaroneras, y esa ocasión también de los bancos que las financiaban. Recién en 2006 se recuperó el nivel de producción de 1998.

Pero las dificultades generan oportunidades. Al momento que el Ecuador deja atrás la mancha blanca, un conjunto de plagas afecta a los países del Asia que dominaban el mercado, y el Ecuador pasa a ser el principal abastecedor de China, el mayor mercado mundial. De ahí el gran salto al primer lugar. Entre bonanzas y quiebras la industria invirtió en innovación. Primero fue inducir el desove de camarones hembras en laboratorio mediante la ablación de un ojo. Por suerte no existía la actual Corte Constitucional, que hubiera declarado la práctica violatoria de los derechos constitucionales de los crustáceos.

Después vino la reproducción en laboratorio; la investigación y desarrollo de cada vez más efectivos alimentos balanceados: las principales empresas del mundo tienen laboratorios en el país. Más recientemente, los empresarios del camarón han introducido máquinas inteligentes que alimentan y cosechan en condiciones óptimas y permiten mayor productividad.

En fin, mucho sacrificio, tesón, talento. Merecidas palmas. La industria agradecerá las felicitaciones, pero rogará a las autoridades “por favor, no nos miren tanto”. (O)