Esa fue la condena que hace cuatro años recibió Josué Antonio, un joven manabita, por hurtar un celular. Nueve años a la cárcel, y el celular valía $ 500. La semana pasada, luego de un complejo trámite, el presidente de la República aceptó la solicitud que habíamos presentado junto a un grupo de jóvenes abogados de nuestro despacho para la concesión de un indulto por motivos humanitarios. Josué tenía 19 años cuando ingresó a la cárcel. Cuatro años de su vida le fueron arrancados, gracias a una justicia corrupta y a una sociedad indolente, lideradas por élites que creen que enviando a la cárcel a jóvenes como Josué Antonio el mundo en que ellas viven será más seguro. Josué Antonio no tuvo la suerte, si así puede llamársela, de los capos de la mafia correísta que se robaron millones de dólares y que, a pesar de haber sido condenados a la cárcel, hoy se pasean alegremente por Bélgica y México dando clases de ética. Josué no tuvo la suerte, si así puede llamársela, de tener un asambleísta que proponga en su favor un indulto; suerte que sí ha tenido el capo de la mafia correísta, en favor de quien un asambleísta ha tenido el desparpajo de proponer que se le perdonen sus crímenes.

Qué increíble, cuánta miseria humana. Mientras un joven de 19 años es condenado a 9 años de prisión por hurtar un celular de 500 dólares, un asambleísta nos viene a hablar de darle un indulto al jefe de una banda de asaltantes que deshonró y manchó con dinero sucio y sangre a nuestro país. No es con ellos con los que el Ecuador desea encontrarse. No es verdad que para salvar al Ecuador de caer en el abismo debemos aceptar negociar hasta con el diablo. Esa es una falacia que simplemente condena al Ecuador a no salir nunca de la corrupción, a volver a incurrir en los mismos errores del pasado, errores que nos han llevado a las peores crisis de gobernabilidad. Pactar con la corrupción lo único que nos garantiza es que jamás saldremos de ella.

Nuestro encuentro es con el Ecuador de Josué Antonio y de millones de otros jóvenes. A los 19 años ellos deberían estar leyendo a Tolstói, Hemingway, Cervantes o Camus, o aprendiendo a defender al Ecuador de las tiranías de la mano de Montalvo, o descubriendo los principios de la física y de la lógica, o formándose en la historia y la ciencia política. Ese es el Ecuador que necesitamos construir. Ese es el país al que debemos aspirar. Y ese país no se lo podrá construir permitiendo que la sentencia del caso Sobornos sea anulada por algún juez que llegue por la ventana a vista y paciencia de los otros órganos del Estado, que a fuer de decir que son independientes lo que hacen es solapar semejante crimen. El país que nos merecemos no es el Ecuador del pasado, un Ecuador destruido por mafias y caudillos que se han enriquecido por décadas y que nos han condenado a ser una de las naciones más corruptas del planeta y, por ello, solo atractiva a la inversión extranjera deseosa de negociados.

Ojalá que el próximo defensor del Pueblo que tengamos no sea un peón más de las mafias y que se dedique a solucionar casos como el de Josué Antonio, y no a defender a los pirómanos de la Contraloría ni a promover electoralmente a candidatos marionetas. Y que más abogados salgan de su zona de confort y promuevan trabajos pro bono en sus despachos. (O)