Así como Ecuador se prepara a encarar una trascendental segunda vuelta presidencial que marcará en gran medida el destino nacional en los próximos años, nuestro vecino del sur irá también mañana a las urnas pero en primera vuelta, luego de un periodo marcado por la inestabilidad política, con la sorprendente novedad de que los analistas consideran que existe un quíntuple empate técnico entre la candidata que va en primer lugar, Keiko Fujimori con el 12,9% de votos válidos, y la candidata que va en quinto lugar, Verónika Mendoza con el 10,6%; es decir que cinco candidatos disputarán el día de mañana la posibilidad de acceder a la segunda vuelta electoral que se definirá el próximo mes de junio.

La segunda vuelta electoral entre las dos candidaturas presidenciales más votadas es una constante en América Latina, con la excepción de cinco países de la región: México, Honduras, Panamá, Paraguay y Venezuela. La tesis de que quien ocupe el cargo presidencial tenga un apoyo ciudadano mayoritario fue consolidando la vigencia de la segunda vuelta electoral, conocida también como balotaje.

Volviendo al caso peruano, debe recordarse que hace pocos años se dio lo que algunos analistas internacionales consideraron “una elección surrealista”, cuando Pedro Kuczynski en 2016 alcanzó la Presidencia de su país con el 50,1% de votación contra el 49,9% que obtuvo su contrincante Keiko Fujimori, con la sorpresa de que en la primera vuelta electoral Fujimori había obtenido el 39,9% de respaldo, mientras que Kuczynski solo había alcanzado el 21,1% de apoyo ciudadano, es decir, 18,80% menos de votación. Señalan los analistas que si bien se consideraba que Pedro Kuczynski tenía perdidas las elecciones, una serie de factores –inercia de su rival, buena fortuna y cambios en la dirección de la campaña– posibilitaron una victoria sin precedentes en la historia del balotaje peruano.

En el caso del Ecuador, la segunda vuelta electoral quedó consagrada desde el retorno a la democracia, hace ya 42 años, que permitió el triunfo de Jaime Roldós sobre Sixto Durán-Ballén. Si revisamos la historia reciente de la segunda vuelta electoral en el país, es posible comprobar que León Febres-Cordero fue el primer candidato que luego de perder en la primera vuelta electoral (27,20%) contra Rodrigo Borja (28,73%), alcanzó la Presidencia en la segunda vuelta con la diferencia de 3,08%; en 1996 se repite un caso similar, toda vez que Abdalá Bucaram (26,28%) luego de ser superado por Jaime Nebot (27,17%) alcanza el triunfo en la segunda vuelta con una diferencia del 8,94%. En el 2006 ocurre similar hecho, cuando Rafael Correa Delgado (22,84%) luego de perder en la primera vuelta con Álvaro Noboa (26,83%) gana la segunda vuelta con una diferencia de 13,34%.

Los ejemplos citados demuestran, con total claridad, que alcanzar el triunfo en la primera vuelta electoral no garantiza, de ninguna manera, la victoria en la segunda vuelta. En su lugar, son sugerentes los ejemplos históricos en los cuales, a pesar de las condiciones y pronósticos adversos, termina por ganar el candidato que “nos haga odiarnos menos”. Ahí está la clave. (O)