El presidente de la Corte Nacional de Justicia debería renunciar a su cargo. Su reunión a escondidas con el jefe de la bancada del Partido Social Cristiano y con el presidente de la Asamblea Nacional en casa de este último constituye otra vergüenza para el país. Cuando la prensa ha pedido explicaciones, el presidente de la Asamblea ha alcanzado a decir apenas que con el presidente de la Corte les une un vínculo familiar mientras que el parlamentario socialcristiano simplemente ha intentado hacer chistes con motivo de haber sido pescados in fraganti. El presidente de la Corte guarda silencio, probablemente esperando que el país se olvide de este escándalo. Si los magistrados de la Corte Nacional optan por mirar a otro lado ante semejante acto, debemos entender los ecuatorianos que ellos o autorizaron esta reunión o están de acuerdo con este tipo de prácticas. Esta reunión enrostra al país el grado de descomposición que corroe las instituciones públicas en el Ecuador, y concretamente el sistema judicial. Todos los esfuerzos que hacen diariamente muchos servidores judiciales por actuar con transparencia quedan anulados por actuaciones como las del presidente de la Corte Nacional. Como se trata de tres funcionarios públicos a los cuales los ecuatorianos les pagamos un sueldo, tenemos derecho a saber cuál fue el motivo de esta reunión y cuáles fueron los acuerdos a los que se llegó. La máxima autoridad del más alto tribunal de justicia de cualquier nación del mundo debe respetar la dignidad del cargo que ostenta. Una reunión oculta a la luz pública entre un juez de la jerarquía del presidente de la Corte Nacional con actores políticos es inconcebible en una democracia moderna donde el principio de separación de los poderes es esencial. ¿Podría alguien imaginarse al presidente de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos reuniéndose a escondidas con algún líder del Partido Republicano o con la Sra. Nancy Pelosi, la líder de la Cámara de Representantes? O para no irnos muy lejos, nadie podría concebir que algo similar haga el presidente de nuestra Corte Constitucional, el Dr. Alí Lozada.

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Esta reunión enrostra al país el grado de descomposición que corroe las instituciones públicas...

Esta reunión clandestina entre el presidente de la Corte Nacional y su pariente, el presidente de la Asamblea, y un líder parlamentario que proviene de un partido que ha demostrado tener históricamente una suerte de incontenible deseo carnal con la justicia, recuerda otra reunión similar que ocurrió años atrás entre el entonces dueño del país, el Ing. León Febres-Cordero, y así mismo el presidente de la entonces Corte Suprema de Justicia y otros magistrados en una casa privada. Fue un hecho bochornoso que avergonzó al Ecuador. Ninguno de los protagonistas de este escándalo dio una explicación al país. Les importó un comino la tan hablada independencia del poder judicial. Se ve que no hemos avanzado mucho. Otros nombres, otras circunstancias, otros tiempos, pero en el fondo la tragedia es la misma. La falta de compromiso de las élites del Ecuador por fortalecer al poder judicial y el voraz deseo de los políticos de turno por poseer jueces amarrados a sus curules o a sus hamacas siguen intacto. Les encanta hablar de la seguridad jurídica, pero lo que hacen con esa palabrería es disimular su ilimitado apetito por el poder. Y algunos ni lo disimulan bien. (O)