Generar actividad económica en un país es la clave de todo andamiaje económico y social, empezando por esto último: la primera política social es que la gente tenga empleo e ingresos (sobre esta base se pueden construir políticas sociales específicas, por ejemplo, hacia educación o salud). Y en general, nos hemos quedado cortos: el crecimiento del país ha sido en los últimos 40-50 años del orden de 3,5-4%, cuando el objetivo colectivo debería ser 5-5,5%. De ahí un magro mercado laboral que solo ha ofrecido entre 40% y 50% de empleos adecuados (meta: al menos 50% a 60%) …En este momento todo esto es más cierto que nunca. Luego de la caída entre 8% y 10% en 2020, debemos volver a crecer y así

mejorar un entorno de trabajo que ofrecía a diciembre apenas 31% de empleos adecuados (el resto era desempleo 5%, trabajo no remunerado 12% y varias formas de subempleo 52%).

Que la economía aparente crecer es fácil, que la economía realmente crezca es más difícil, que crezca de manera sostenible y sostenida es el desafío. Lo primero lo vivimos durante diez años: mover la economía a base de tomarse recursos donde los hay y donde no los hay. Así se abre un sendero, pero se dejan tantos baches y debilidades que en poco tiempo el espejismo se desvanece. Es la economía de raspar la olla. Todos conocemos gente que ha vivido así y terminado muy mal. Se gastaron y se “comieron” sus ingresos, sus activos, el dinero de los padres y de la familia, del banco, de la tienda de la esquina, la herencia, todo lo que encontraban. Durante un tiempo eran los que vivían bien, los mecenas, los que daban empleo, “los chéveres” …¿Y dónde terminaron?

Lo tuvimos durante diez años. El correísmo vivió de los 100.000 barriles diarios de petróleo, recibidos gratuitamente por la declaratoria de caducidad del contrato de Occidental (2.500 millones al año). Los más de 3.000 millones acumulados en los fondos de ahorro luego de la dolarización, y que Montecristi en un brochazo trasladó a las cuentas del Tesoro. El precio del petróleo que promedió hacia los 90 dólares por barril hasta 2015. El endeudamiento. El “sobrante” de más de 1.500 millones anuales, por la decisión absurda de ya no aportar el 40% de las jubilaciones. Obviamente el dinero de la Reserva Internacional (en parte reservas bancarias) que fue a parar al Gobierno. Incluso, el dinero del Fondo de Jubilación de los Maestros que se llevó al IESS y de ahí fue prestado al fisco …Y hay lo que no lograron hacer, como usar el Banco Central para emitir dinero electrónico sin contraparte, es decir, dólares que no son dólares. ¿Me olvido de algo? …Sí, claro, la decisión de que los Fondos de Reserva podían convertirse en gasto mensual, más consumo y menos ahorro …¿Usted recuerda algo más, estimado lector?

Ese es el riesgo que corremos otra vez: la muy peligrosa economía de “raspar la olla”, y como ahora se han agotado las fuentes que estaban a mano, se intentará recurrir al Banco Central otra vez (reservas bancarias y dinero electrónico) y más absurdos.

Mientras tanto, nunca oímos de lo esencial para que la economía avance con sustento: productividad, competitividad, innovación, oportunidades en el mundo …¡Hay muchos riesgos de darle un serio raspón a la olla de la dolarización! (O)