La pandemia refleja una enorme contradicción, el incremento de la riqueza de unos pocos privilegiados, especialmente de empresas dedicadas al comercio de medicinas, insumos médicos y alimentos, además de todos los servicios que giran alrededor de esos lucrativos negocios como la transportación marítima y terrestre, estimándose que los llamados milmillonarios latinoamericanos acrecentaron sus utilidades en 97.000 millones de dólares desde el inicio del COVID-19, mientras la contraparte refleja desigualdades que aterran, con más pobres e indigentes que antes, 209 millones o 22 más, solo en el 2020.

En esa línea de pensamiento, una consultora internacional concluye que la mayoría de la población sufre por una reducción drástica de sus ingresos, debido a la pérdida no recuperada del empleo, sin que sean significativos los esfuerzos gubernamentales por palearla, unida a la enfermiza indiferencia de los que disfrutan del poder económico y los débiles sistemas de protección social, siendo más grave y notorio lo acontecido en América Latina y el Caribe, pese a que se han inmolado millón y medio de personas de esa región, equivalente al 30 % de los fallecidos globales como resultado del coronavirus o casi el doble de lo sucedido por idénticas razones en las naciones más pudientes.

Este lacerante esquema se manifiesta con mayor gravedad en el segmento peor protegido, las mujeres, con superior profundidad en las microempresarias o jefas de familias campesinas, bajo cuya dirección se cultivan alimentos y bienes agrícolas de exportación que detuvieron el retroceso pronunciado de la economía mundial y mitigaron la expresión flagelante del hambre; así no se logrará la meta cero de la ONU para el 2030.

Otros actores fueron los favorecidos, como las organizaciones de movimientos navieros, que en plena crisis sanitaria incrementaron sus ingresos y beneficios netos por encima de los registrados en los últimos 20 años, como es la situación que rodea a la principal de ellas, la Maersk, que registró el tercer periodo del año pasado 5.900 millones de dólares, que sumados a sus dos congéneres que le suceden, señalan la increíble suma de 150 mil millones de dólares hasta el final del 2021; pues no podría ser de otra manera si apreciamos que de la venta final del banano, su cliente descollante, para ejemplificar solo ese rubro, se margina algo más del 20 %, en tanto que a los agricultores y trabajadores que se esfuerzan por producirlo, les queda en el mejor de los casos el 9 %, escenario de más fuerte gravedad en el caso del cacao y café. Esto no es aplicar de forma alguna el concepto de responsabilidad compartida que rescata la redistribución balanceada de beneficios, aceptado por varias legislaciones de países europeos.

La realidad que acompaña a la terrorífica enfermedad y su inocultable secuela no será superada pronto, la dolorosa tragedia con especial y directo impacto a los sectores paupérrimos de la sociedad se expresa con superior notoriedad en la marginalidad urbana y en las deprimidas áreas rurales, que demandan atención preferente, específicamente en salud, educación, seguridad y provisión de nutrientes. (O)