No hay seguridad de que no se repitan los espeluznantes sucesos de la semana pasada en las cárceles del Ecuador. Los penales ecuatorianos siempre han sido una lacra en el país, pero no se recuerda un estallido de la magnitud y bestialidad de los recientes. Es momento de hacer una seria reflexión sobre el sentido y finalidad que debe tener todo el sistema penitenciario. La población carcelaria no es un conjunto homogéneo, no se puede tratarlos a todos por igual. Muchos están allí por errores, deslices, por malos momentos... hombres y mujeres que cumplida su pena no volverán por un establecimiento de esta índole. Estos deben recibir atención y facilidades para reinsertarse en su vida normal, tener oportunidades de trabajar y emprender dentro de los mismos presidios. Hay que evitar que la condena empeore lo que ya hizo su delito.

Pero hay otro porcentaje, no necesariamente mayoritario aunque sí ruidoso y virulento, que por desórdenes psíquicos, por deformación cultural u otras razones, no es reinsertable. Los intentos de “rehabilitación” con ellos son pérdida de tiempo y recursos. Deben ser aislados tantos años como sea posible en cárceles de alta seguridad, con trabajo obligatorio y disciplina rigurosa. La posibilidad de visitas debe restringirse y realizarse en locutorios adecuados y seguros... bueno, esto vale para todos, siempre que he ido a una cárcel en el país me ha llamado la atención ver que entra media humanidad, con controles porosos, por los cuales pasan armas largas, drogas, teléfonos...

Pero contestemos la pregunta del título: tienen dos propósitos fundamentales. Uno, servir de escarmiento, de castigo ejemplar, para que las personas se abstengan de cometer delitos o no reincidan en ellos. Dos, el aislamiento de individuos peligrosos, que demuestran contumacia en su comportamiento antisocial. Para uno y otro propósito deben ser establecimientos ordenados, manejados por personal profesional, en los que el trabajo, voluntario u obligatorio, será la norma (eso sí siempre remunerado, no estoy propugnando el modelo chino de esclavitud carcelaria). Los Estados fueron creados con el fin de proteger los derechos de los miembros de una sociedad. El sistema penitenciario es el brazo ejecutor de las sanciones impuestas a quienes atentan contra esos derechos, contribuye pues de manera eminente en el cumplimiento de los fines esenciales del Estado, a tal punto que podemos decir que no puede existir un Estado sin determinado sistema de penas o castigos. Una pena es la restricción de un derecho del autor de un delito, en la medida y solo en tal medida, que contribuya a la seguridad y a la paz social, y no puede ser una conculcación de todos sus derechos. Pero por lenidad el Estado ecuatoriano jamás se empeñó en la creación de un sistema penitenciario eficaz. Las cárceles ecuatorianas no coadyuvan para la seguridad de las personas, más bien se han convertido en focos que irradian violencia y peligro para toda la sociedad, en escuelas de delincuencia y en antros de toda clase de perversidades, pero al mismo tiempo en su interior se conculcan de la manera más violenta todos los derechos de los reos. (O)