Se agrava el impacto de la guerra entre Rusia y Ucrania, la violencia adquiere niveles de tragedia con muertes atroces, mientras los conductores políticos de ambos bandos profundizan sus calificativos agrandando el conflicto sin un vestigio de paz, entre tanto los tentáculos de la conflagración llegan a otras regiones, poniendo en riesgo a toda la humanidad, ni las sanciones económicas detienen la galopante profundización armamentista, de nada valen las invocaciones por el retorno a la normalidad de pacifistas de alta respetabilidad, como el papa Francisco. Las naciones que no participan en la contienda son también perjudicadas, entre ellas las más pobres, que dependen de su producción agrícola por las exportaciones ahora colapsadas y de las restringidas compras cerealistas.

La provisión de fertilizantes se ha vuelto costosa e insuficiente a las necesidades que desembocará en desventurada escasez de alimentos, cuya producción la determina la aplicación a los suelos de sustancias nutritivas para las plantas cultivadas. Los protagonistas de la conflagración son grandes fabricantes de insumos que contienen solos o en mezclas los tres elementos nutritivos principales: nitrógeno, fósforo y potasio; los confrontados han mantenido protagonismo en el abastecimiento de cereales y oleaginosas destinados a regiones frágiles, de mucha depresión económica y social, donde conviven personas de alta vulnerabilidad; Ucrania no podrá realizar nuevas siembras, provocando escasez de trigo, maíz, girasol, colza, que importan en grandes cantidades varios países del planeta.

Ciertas zonas de nuestra América verde no son ajenas a esta situación, dos o tres Estados centroamericanos y del Caribe oriental sufrirán hambre luego de asignar millones que no tienen para solventar provisiones importadas; gracias a la agricultura, que jamás debe desestimularse, los índices de vulnerabilidad alimentaria no son tan radicales a la mayoría de naciones americanas, Ecuador tiene por ahora márgenes de libertad para asegurar a su población los principales nutrimentos que permitan su subsistencia, teniendo déficits en ciertos hidratos de carbono provenientes de cereales como el trigo y eventualmente maíz, pero en cambio posee maravillosos sustitutos a optimizarse con rapidez en zonas fértiles y propicias.

Contrariamente, es el momento para el cultivo de extensas áreas tropicales tanto como para crear cosechas autosuficientes con saldos proyectados hacia la exportación, siempre y cuando se creen condiciones para el fomento de especies que respondan a las demandas planetarias en el amplio campo de cereales, frutales, hortalizas y oleaginosas, siendo Brasil un extraordinario ejemplo, guardando las proporciones de superficie, convertido en granero inconmensurable, con productividades que conducen a rentabilidades acordes con el esfuerzo de los agricultores, condición básica para inaugurar y continuar una actividad generadora de riqueza y bienestar colectivo. El desastre podría convertirse en oportunidad agrícola en países favorecidos con una naturaleza pródiga, utilizando medios sustentables, honrando la salud y diversidad microbiana de los suelos. (O)