Los días de calma, por lo menos superficial, de muertes violentas me han permitido ocuparme del jardín y de los animales que conviven en nuestra casa.

Tengo muchas plantas, lo que acarrea reclamos familiares, pues hay que regarlas a veces más de una vez al día. Pero en realidad todos las aman. Hay rosas, jazmines, veraneras, estrellas de navidad, orquídeas, girasoles, geranios, cactus, lazos y lágrimas de amor, begonias, hibiscus, mezcladas con albahaca, tomillo, menta, hierba luisa, perejil, cedrón, dulcamaras y otras especies con apodos a falta de saber sus nombres. Desarrollan alianzas. Descubrí que aman ciertas compañías y no le gustan otras, tienen aliados en abejas, abejorros, colibríes, hormigas, palomas terreras y albergan caracoles escondidos.

También hay visitantes que se convierten en huéspedes indeseables. Las hormigas apuradas corriendo por los tallos y unas bellísimas y diminutas mosquitas de alas azules, anuncian la presencia de cochinillas. Blancas como algodón pegajoso, se adhieren al reverso de las hojas y pueden acabar con ellas. Armada de las raquetas eléctricas que ejecutan mosquitos, perseguía las bellas mosquitas azules. Mi vecina preocupada vino a decirme que había un ruido misterioso en el transformador, era yo con la pequeña ametralladora casera atrapando machos de cochinilla.

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Lavamos con agua y jabón una por una las hojas de las plantas y les pusimos nutrientes para que sean fuertes y combatan la plaga.

Lavamos con agua y jabón una por una las hojas de las plantas y les pusimos nutrientes...

El perfume que exhalan al mínimo contacto la albahaca, el romero y el tomillo, hacen que Max, nuestro bello gato blanco de 6 meses, husmee el aire con evidente deleite, recostado en la frescura del colchón de hojas que eligió por cama.

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Max es hijo de Yin Yan, una gatita joven, no tenía mucho más de 6 meses, que eligió venir a nuestro jardín para parir. Asustada por la presencia de Cleo, nuestra perra que no ama a los gatos, se subió a un arbusto y del susto casi adelantó el parto. Se quedó en nuestra casa. Pocos días después nacieron 5 hermosos retoños que cuidamos y protegimos hasta que encontraron hogar.

Nadie quería regalar a Max, con su antifaz café, sus ojos celestes, su cuerpo blanco, sus orejas bordadas de negro y cola esponjosa levantada como periscopio paseando por la casa.

Cleo terminó aceptándolo y cuidándolo después de algunas escaramuzas. Cosa imposible con Yin Yan. Debe su nombre a su color mitad negro, mitad blanco. Así que teníamos instalado un problema. Puertas y ventanas de mi cuarto cerradas, Yin Yan adentro sin poder salir. Yo había desarrollado un enorme cariño por esa gata adolescente capaz de criar una familia numerosa, que me miraba con ojos inmensos, sin pestañar ni maullar.

Un día instalada en la mesa de mi cuarto de trabajo, la ventana cerrada, Yin Yan se sentó al lado mío. Le expliqué que teníamos que resolver ese problema. Alguien llamó a la puerta. Salí un momento. Al regresar Yin Yan no estaba. Desapareció. La buscamos todo el día. Los gatos tienen un GPS propio. Quizás buscó su antiguo hogar o la calle en que vivía. A las 19:00 apareció en la ventana, le abrimos, entró, saludó con Max. A las 5 de la mañana quiso irse. Desde hace 3 meses cumple ese rito, viene a las 18:00 se va a las cinco, come, juega con su hijo, se va.

Estamos en tregua. (O)