De Jaime Roldós se ha escrito mucho pero no lo suficiente. La historia sitúa al brillante político y elocuente orador como el joven presidente ecuatoriano que en 1979 marcó el retorno del país a la democracia, luego de varios años de dictadura militar.

Convencido de que el pueblo era el protagonista del cambio y que el Ecuador requería “pan, libertad y democracia”, Roldós llegó al poder con el 68% de los votos frente a Sixto Durán- Ballén. No era tema de improvisados. Había iniciado su carrera política a los 19 años, siendo un líder de discurso ‘antioligárquico’, que lo llevaría a protestar en las calles, algunas veces; y a ser apresado, otras tantas. Quien fuera el mejor bachiller y se graduara con honores como abogado, tenía claras sus pasiones: “Queremos que Ecuador se convierta en balcón de la democracia, donde los hombres de toda tendencia, respetando la estructura democrática, tengan oportunidad de venir a decir su pensamiento”.

A Roldós no le tocó fácil su mandato. Cercado por las dictaduras militares latinoamericanas, enfrentó también la oposición del legislativo y el conflicto con el Perú. Ícono de valores democráticos, su plan de gobierno contempló la estabilidad del Estado de derecho, la optimización de recursos estatales, la inclusión de sectores marginados y la integración de países latinoamericanos, entre 21 programas. Durante su período, el presidente designó a la primera mujer en una cartera de Estado: Margarita Cedeño ocuparía el Ministerio de Bienestar Social por cinco meses; Inés Arrata la sustituiría. Otras profesionales ejercerían cargos en la Función Judicial, Superintendencia de Compañías e Intendencia de Policía.

No solo por su gran patriotismo destacó Roldós, sino por su gestión administrativa, que incluyó obras hidroeléctricas, planes de vivienda y alfabetización, duplicación del salario mínimo vital, jubilación femenina con 25 años de servicio y reducción de la jornada laboral a 40 horas. Su esposa, Martha, extraordinaria compañera, abogada inteligente y vivaz, comprometida con la participación femenina en asuntos de Estado, fue coautora de muchas de estas conquistas.

El 24 de mayo de 1981, el avión en que viajaban Jaime y Marta de Roldós se estrelló rumbo a Loja, fallecieron ambos y su comitiva. ¿Atentado o accidente? “Estoy rodeado de ladrones y tomaré decisiones trascendentales para cambiar mi gobierno”, habría expresado el presidente, días antes, a Teresa Minuche, alta funcionaria de su gobierno.

Del premiado documental La muerte de Roldós (M. Sarmiento y L. Rivera, 2013) y del Archivo Multimedial Jaime Roldós de la Universidad Casa Grande, se puede apreciar al hombre, al padre, al hermano, al amigo, al colega: un ser humano gentil, de humor fino, refinado, elegante, divertido, empático, a quien le gustaba escribir en los márgenes de los libros, dibujar para sus hijos, pasear por las plazas y sonreír con la mirada. Un referente moral. Un hijo de la ilustración. ¿Un duelo no resuelto?

La banda presidencial con la que fue investido, que conserva su hermana Mariana como tesoro, honra al país y a la democracia. ¡Desde siempre y hasta siempre, presidente Roldós! (O)