La revista Vistazo que circuló esta semana trae una excelente entrevista a la exfiscal general de Guatemala Thelma Aldana, reconocida internacionalmente por su exitosa lucha contra la corrupción de alto impacto en ese país, actualmente asilada en Estados Unidos. Su conversación con el agudo periodista Cecilio Moreno, centrada en una importante temática de interés global, aporta el valor de experiencias probadas en la lucha para erradicar la corrupción de las instituciones públicas y desarticular las organizaciones delictivas enquistadas en el Estado.

La exfiscal Aldana –quien hace un año publicó sus experiencias en las páginas de EL UNIVERSO–, en esta ocasión, gracias al cuestionario de Vistazo, advirtió que cuando las estructuras de las organizaciones delictivas cooptan las instituciones estatales, desarrollan tal poderío que en Guatemala las cúpulas podían “llamar al presidente Otto Pérez Molina y darle el nombre de la persona que querían que se nombrara jefe de administración tributaria”. También apuntó como vía para llegar al corazón de la corrupción, estructurar fundamentalmente un sistema judicial independiente. “Si no hay justicia independiente, no hay justicia. Así de sencillo”.

La doctora Aldana sugiere que los países latinos con poderes ejecutivos y legislativos fuertes, curiosamente, poseen sistemas judiciales débiles, con jueces nombrados por ambos poderes. Para ella, eso no es casualidad en Guatemala (¿y en Ecuador?). El sistema está diseñado así “para que no funcione, porque a los poderosos no les conviene que funcione la justicia”. Por ello, es necesario alejar a los políticos del poder judicial. Adicionalmente remarcó la importancia de la presencia en Guatemala de una Comisión Internacional de lucha contra la impunidad como la Cicig, que demostró que el trabajo conjunto con una contraparte nacional de jueces y fiscales revierte en la lucha efectiva contra la corrupción.

Mi experiencia en la Fiscalía General de Guatemala

La entrevista deja claro que en los países como el nuestro, a nivel de élites político-empresariales, hay resistencia al modelo Cicig por dos razones: “Una, porque es demasiado exitosa. Y (dos) porque les da temor. Se resisten porque el éxito fue muy grande…”.

Al concluir, Thelma Aldana completó su diagnóstico: “Yo creo que no somos corruptos en América Latina. Nuestra clase política es la corrupta y son pocos, pero pesan y mandan y nosotros nos dejamos”. En esta parte, acerca de la actitud permisiva no coincidimos. El ejemplo más reciente nos lo dieron los hondureños, quienes se movilizaron y exigieron que su presidenta, Xiomara Castro, cumpla su oferta de campaña de establecer una Comisión Internacional contra la Corrupción e Impunidad en Honduras (Cicih). Castro, el mes pasado, logró con el secretario general de Naciones Unidas sellar el memorando de entendimiento para instalar la Cicih. Luego expresó: “Logramos acuerdos para la selección de expertos internacionales que investiguen las redes de corrupción público-privadas de alto impacto, que han saqueado el país. Es decir, un pueblo decidido y comprometido genera voluntad política en sus gobernantes. (O)