No existe información objetiva sobre cómo habrían sufragado los agricultores en la primera vuelta, su voluntad se atomizó, no hubo preferencia masiva por ninguna candidatura, a pesar de que todas se refirieron epidérmicamente a la cuestión agraria, ajustándose al simplista y raído eslogan hay que “mirar al campo”, sin conmover con ilusas promesas. No se identificó el poderío de la sociedad dedicada al laboreo y su incontenible irradiación a otros ambientes colectivos, siendo necesario no solo visibilizar a los cultivadores natos, que viven en el campo o en cercanos centros parroquiales; habría que apreciar a los radicados en las metrópolis o sus satelitales cabeceras cantonales, domicilio de empresarios que tienen en el agro su principal fuente de ingreso.

Se olvidó un segmento que habita, labora y elige en las grandes urbes perseverando en su conciencia rural porque su familia no migró, conservando una fuerte ligazón con las campiñas, apego a su suerte y destino. Hay conglomerados citadinos sin ningún nexo con el agro, que inclina su simpatía por él, comprobado en serios trabajos de Croplife, revelando que el 86% de vecinos de escogidas capitales latinoamericanas tiene una imagen positiva de los agricultores y ganaderos; y el 93% califica como trascendentales sus aspiraciones y estaría presto a respaldar políticas pragmáticas en su beneficio; como ahora que los recupere de caída de cenizas y severas inundaciones, con pérdida total de sembríos, cosechas, casas, hatos y garabatos, a la espera de que las aguas vuelvan a su cauce para volver a sembrar. Para ellos no hay salida que no sea la condonación de adeudos, rehabilitación crediticia, provisión de semillas e insumos, en especial a la agricultura familiar abastecedora de alimentos, de ejemplar comportamiento en la pandemia. Merece con prioritaria la vacunación. Los drenajes, reparación de caminos y puentes no admiten dilación.

Los ofertados créditos blandos, pago de precios justos, no calaron en el intelecto del elector rural, aspiraba a algo más concreto, sin falsedad, como un banco público auténtico liberador de agiotistas sin alma, convencido de que se eliminará el papeleo, sin extorsión ni riesgos de pérdida de patrimonio en juicios amañados. En mercadeo, si ejemplificamos al banano de alto significado económico y social, no se dio seguridad de la retribución legal mínima por caja; y, en las industrias de granos, de azúcar y sus derivados, que se acredite en cuenta el valor, al instante mismo de entrega del bien, correcto pesaje, evitando el nocivo uso de unidades diferentes al kilogramo, ausencia de castigos sin pruebas. Esto sería posible si se otorgase a los compradores una línea para rápido pago. Imaginemos el efecto que tendrían estas y otras de igual significado, si se difundiesen como proposiciones a través de redes sociales que los finqueros manejan a perfección.

Hay que descartar actitudes negativas en las cadenas alimentarias, que alentarían a los agricultores a votar por un finalista u otro, si sus límpidos ofrecimientos sintonizaran con sus esperanzas, para que ellos y sus familias alcancen con su trabajo fecundo el soñado bienestar. (O)