Se han dado discusiones (valiosas) sobre los ingresos del Gobierno. Si subirá el IVA (el presidente dijo: no). Si pedir un mayor esfuerzo a los que más tienen para apoyar a los más afectados por la crisis. Eliminar enseguida o gradualmente el ISD. Bajar aranceles. Y más.

Pero la otra cara de la medalla es la reducción de aquel gasto público cuya productividad es baja, nula o incluso negativa. Expresión simple: uno, eliminar lo que no aporta suficientemente al avance de la sociedad, sea en lo económico, social (ej, mejor educación y salud) o institucional (ej, mejor justicia o seguridad); dos, transferir lo que otros pueden hacer mejor.

Recordemos cómo gasta el Gobierno (sin IESS). En 2020: $ 29.500 millones. Intereses $ 2,8 mil millones/ Sueldos: 9,7/ Compra de bienes y servicios: 4/ Otros: 5,8/ Inversión: 7,2… Simplificando: $ 80 millones diarios o $ 550 mensuales a nombre de cada familia ¡Enorme!… Algunos dirán: es simple, más gasto de inversión y menos corriente. Discrepo, hay gasto improductivo en una y otra categoría, la división no es entre corriente e inversión, sino entre productivo e improductivo.

Reacción adversa ante la indispensable reducción del gasto: no se debe hacer porque afecta actividad económica y empleo. Grave error. Debemos siempre comparar lo que vemos (gasto público) con lo que no vemos (gasto privado que se hubiera hecho con los recursos que utiliza el Gobierno). Si el Gobierno elimina gastos, automáticamente elimina su financiamiento (impuestos, deuda) y se liberan recursos directos o indirectos para consumo o inversión. Y automáticamente aumenta el promedio de productividad, la sociedad se enriquece. Un ejemplo diario: la persona A paga impuestos y deja de hacer algo (menos gasto productivo), con esos fondos se crea un nuevo trámite innecesario (gasto improductivo) que tiene como efecto complicar (tiempo malgastado) a la persona A. ¿Resultado? Totalmente negativo porque hay menos gasto productivo, más improductivo y además peor uso del tiempo… esto incluso sucede (gastos inútiles) pero menos, en educación, salud o justicia... Y empeora con la corrupción.

¿Qué hacer? Tres niveles de acción. Uno, tomar la decisión global de reducción de esos gastos improductivos y poner un objetivo, sin esa voluntad no hay resultados porque siempre existirán presiones para no hacerlo. Dos, entrar quirúrgicamente a la evaluación del gasto con base en la llamada “presupuestación base 0”: hacerse la pregunta ante cada uno de los gastos: ¿cuál es su utilidad? Antes usé la expresión “eliminar lo que no aporta suficientemente” porque sin duda hay cierta subjetividad en este criterio, pero quizás lo mejor es “ante la duda, eliminarlo”. Tres, ver qué acciones los no gubernamentales las hacen mejor: petróleo, telefonía, pero también otros campos, ejemplos (entregando obviamente a los más necesitados el respectivo apoyo financiero, vía bonos educativos, de salud o jubilación): ¿una escuela no puede ser mejor manejada por una organización privada?, ¿el seguro de salud ser cubierto por empresas del ramo?, ¿jubilación competitiva y personal?… Un Gobierno excesivo genera baja productividad, además atenta contra libertades, democracia y genera corrupción, es prioritario recortarlo. (O)