Hace unas semanas publicó este Diario el artículo titulado “Banano en medio de la tormenta”, en que advertía la grave situación del principal cultivo ecuatoriano de radical influencia social y económica, debido a la drástica reducción de exportaciones a los mercados asolados por la guerra que cubrían un significativo 25 % de las ventas nacionales, provocando un enorme colapso interno que grafica imágenes de abandono de fincas con escenas desgarradoras de desesperados trabajadores y sus familias sumidos en triste desamparo. El panorama se agrava por falta de cuidado en algunas plantaciones a tal punto de que han perdido el control de la enfermedad extracontinental sigatoka negra, así llamada por la tétrica y sombría coloración que invade las hojas más antiguas, señal inequívoca que nada se podría hacer para remediar sus efectos. El causante es un hongo manejable, sin llegar a erradicarlo, con atomizaciones aéreas periódicas y rotación de pesticidas de alta selectividad y costo, que los agricultores no pueden solventar por ahora, mientras hermosos racimos cosechados imperiosamente se descartan y ubican a orillas de carreteras y caminos o vuelven trozados a incorporarse a la madre tierra para vivificarla.

La humedad, temperatura y otros factores del clima facilitan su propagación, exigiendo gastos y esfuerzos en la esperanza de una producción futura porque la actual está perdida o con fruta no apta para envío al exterior. Se necesitan rápidos socorros estatales, ayudas directas, líneas de crédito a bajas tasas de interés y largos plazos entregadas sin las demoras típicas de la banca pública. Mientras más tarde llegue el auxilio peor serán las averías, arreciará el desempleo, las caídas de ventas no serán solo por las confrontaciones bélicas que no cesan, sino que no habrá banano como fruta fresca que un mercado exigente impone, que podría esfumarse para Ecuador.

Lo expresado amerita una declaratoria de emergencia que viabilice la movilización de flujos públicos, sin tantos trámites, que se reduzcan y atenúen los requisitos de los créditos a otorgarse, sin asustarse por el término emergencia, se debe evitar rebasar el umbral a la calamidad y desgracia en que podría caer la industria bananera otrora pletórica de beneficios para toda la nación. Pero este esperado pronunciamiento debe tocar la conciencia de los prósperos eslabones no agrícolas de la gran cadena bananera, supermercados, navieras, industriales del cartón e insumos, motivados a aportar a un fondo de salvataje con contribuciones de exportadores, grandes productores, el Estado mismo, aunque maniatado por regulaciones inclementes que abonan su clásica lentitud, llamado válido para los organismos municipales descentralizados que alojan dentro de sus límites grandes sembríos de musáceas comestibles, incluyendo el plátano también en inminente peligro.

El letal patógeno invade la superficie foliar que equivale a los pulmones de las plantas, es tanto o más destructor que el mismo Fusarium, aunque los suelos donde hubo plantíos arrasados por sigatoka no quedan yermos como para albergar nuevos sembríos como ocurre con la marchitez por raza tropical 4. (O)