Cuando el país aprobó la Constitución de Montecristi se ató las manos con un documento cuya reforma es complicada. Si se trata de la estructura del Estado es un proceso que dura más de dos años. Somos testigos de los problemas actuales que demuestran la poca valía del Consejo de Participación, etcétera, la escasa calidad intelectual de algunos actores y la perversión del sistema. El presidente Guillermo Lasso ha decidido cortar el nudo gordiano y le ha dado al pueblo la espada para cortarlo.

Un análisis sucinto de las reformas planteadas hace posible que el soberano conteste preguntas esenciales que, si bien no cambian dicha estructura, por lo menos devuelven al Parlamento algunas facultades que le son propias: una de ellas es el nombramiento de las principales autoridades de control y representación del Estado. El blindaje de la Fiscalía es esencial para perseguir el delito. En las democracias occidentales, los parlamentos representan al pueblo y dictan las leyes, además de que controlan a los demás poderes del Estado. Dejar a la Asamblea la nominación me parece un error, porque hemos visto lo mal que funciona. El Gobierno necesita autoridades que lo controlen, que le ayuden descubriendo los excesos del poder, los actos delictivos. Se sabe que el poder corrompe porque es como una bebida espirituosa que mientras más se la bebe, más se la desea.

Lo que se conoce hasta ahora de la consulta popular de Guillermo Lasso

En el pasado, el sistema funcionaba más o menos bien: el Ejecutivo mandaba al Congreso una terna para que elija al contralor, al procurador, a los distintos superintendentes, al fiscal general y más autoridades básicas para el control del Estado. Que el Parlamento puede ser un mal juez, lo sabemos; que se presta a negociaciones, sí, pero saber negociar es uno de los artes de la política. Esta no es un juego de niños, nunca desdeña las componendas, la delación, la compra y venta de favores. Es un juego de quehaceres donde triunfa el más audaz o el más fuerte. Sin embargo, hay una ética cívica mínima que nos debe guiar: respetar los valores. Por ejemplo, es miserable y asqueroso exigir que los empleados de un diputado le entreguen parte de su sueldo. No es un crimen ni un delito mayor, pero es imperdonable y quien tal hace, ¿con qué cara puede decir que representa al pueblo honrado y trabajador?

También es necesario reducir el número de asambleístas y exigir que solo puedan presentarse como candidatos quienes pertenezcan a un partido político que tenga por lo menos cinco años de existencia real, con un ideario, un sistema de formación de líderes y con cuentas económicas de origen claro donde no haya penetrado el dinero del narcotráfico. Para ser asambleísta hay que tener méritos, una formación académica de alto nivel y una vida se servicio público de reconocida probidad. Recordemos la noble exageración de Rousseau: “Para dar leyes a los hombres harían falta dioses”.

Las dos preguntas ecológicas de la consulta parecen un adorno vegetal, pero no lo son; a fin de cuentas, vivimos en este mínimo planeta cuya naturaleza tiene que ser preservada y mejorada. ¿De qué nos sirven el Estado y las autoridades si hemos devastado irresponsablemente la casa común? (O)