Cualquier apasionado del mundo de las criptomonedas estará padeciendo el llamado, por algunos, “criptoinvierno” tras la caída en picado del valor, durante los últimos meses de las mal denominadas monedas digitales. La más famosa y grande por volumen de cotización de todas, el bitcoin, empezó a cotizar en el año 2008 y su valor se ha desplomado más de un 70 %, desde los casi $ 70.000 por unidad que llego a cotizar en noviembre de 2021. Esta es su tercera gran corrección histórica, junto con la de noviembre de 2018 y marzo de 2020.

Uno de los factores que han podido influir en esta corrección es el mayor coste de minar bitcoines con tecnología blockchain, que implica un gran consumo energético, lo que podría estar provocando que las “grandes ballenas”, es decir, los grandes tenedores de bitcoines, hayan tenido que vender sus activos digitales al no ser tan rentable producirlos. Con el bitcoin cotizando en el entorno de $ 20.000, los expertos señalan que las ganancias por producirlos descienden de forma importante, debido a que esa es la cantidad media de coste de su producción.

A esto se ha unido que hay que tener en cuenta que algunas de esas “ballenas” han tenido que generar liquidez para ejecutar garantías o devolver la deuda pedida para producirlos a un coste financiero incremental por la subida de los tipos de interés en los mercados financieros.

Pero quizás lo más importante en esta corrección es que algunos actores del ecosistema están empezando a valorar si el bitcoin, y otras denominaciones, son realmente criptoactivos o criptomonedas. Es decir, si tienen una reserva de valor debido a la tecnología que tienen detrás y si también pueden realizar la función de una moneda que se podría usar de curso legal en algún momento.

Ese es uno de los aspectos más importantes para tener en cuenta. Según el informe Cryptocurrencies and the future of money, publicado por el Center for the Governance of Change (CGC), de IE University, la mayoría de las criptomonedas no se consideran por sus fundadores como dinero que se pueda usar, sino más bien como una reserva de valor que tiene un mayor éxito en países con bancos centrales con una menor confianza social, como son los países latinoamericanos. De hecho, el 27 % de los brasileños, el 20 % de los argentinos y el 18 % de los mejicanos ya poseen criptoactivos.

Lo que es indudable es que quienes pensaban que esas finanzas descentralizadas, que representan activos como el bitcoin, iban a ser activos resistentes ante la inflación sobrevenida de las monedas emitidas por banqueros centrales, de momento, se han equivocado. No solo no son de uso fácil en nuestra vida cotidiana, sino que se han devaluado últimamente con respecto a las monedas más usadas en el mundo, como el euro y el dólar.

Hay que pensar que la política monetaria y las monedas de las economías líderes del mundo, como China, EE. UU. y Europa, son algo mucho más serio que el hecho de que una moneda virtual sea escasa.

Las divisas fiat de las grandes economías son lo que da base a nuestro endeudamiento público, que, aun muy elevado, está respaldado por nuestro producto interior bruto. Por su parte, al bitcoin solo lo respaldan unas horas de minería de ordenador y una limitación máxima en la cantidad de bitcoines existentes. En mi opinión, no es suficiente.

Es indudable que el sector bancario mundial no está en su mejor momento para dar garantía a los depositantes de su valor y sus balances, pero no es menos cierto que es la base de nuestra economía de mercado e intercambio, y me atrevería a decir que es incluso la base del buen funcionamiento de los mercados de capitales. El hecho de que haya miedo a la solvencia y liquidez bancaria no justifica que demos valor a la escasez “bitconiana”, como si esta fuese valiosa en sí misma por el hecho de estar además descentralizada.

Por último, para incrementar la ensalada de problemas de estos activos, los bancos centrales están comenzando a reclamar su protagonismo en este mundo emitiendo sus propias monedas digitales, llamadas en inglés CBDC. El Banco Central de China, con el “yuan digital”, ya ofrece una moneda digital; y probablemente a lo largo del año que viene lo hagan el BCE y la Reserva Federal norteamericana con el “euro digital” y el “dólar digital”.

En muchas ocasiones me preguntan sobre el buen o mal momento para invertir o desinvertir en este tipo de activos, y siempre digo que no sé valorarlos, ya que no producen nada, salvo confianza para el que crea en ellos. Si examinamos, por el contrario, acciones o bonos, su valor depende de unos flujos de caja descontados a una tasa de riesgo; por tanto, dependen de la riqueza que en moneda produce el activo, descontada al riesgo de obtener esa riqueza.

Quizá por eso volvemos a preguntarnos si los criptoactivos son activos o son monedas. Si son activos, deberían producir dinero en el futuro descontado para valorarlos; y si son monedas, deberían poderse usar como liquidez. Y creo que ambas cosas son difíciles de explicar.

Regular los criptoactivos es otro tema candente. La propia comisión del mercado de valores de Estados Unidos está intentando llegar a acuerdos con otras agencias internacionales para evitar que los operadores de estas no se aprovechen de la falta de regulación existente sobre ellas. Hace poco que su presidente, Gary Gensler, declaró su intención de llegar a acuerdos con la comisión de futuros de materias primas para poder garantizar que el trading de tókenes digitales contase con legalidad y transparencia suficientes, ya que hay voces reputadas en la propia comisión que consideran que la mayoría de los activos digitales o tókenes se asemejan más a las materias primas que a los valores, y además ha pedido que se discuta si las plataformas deben registrarse como agencias.

Lo cierto es que este mundo de activos digitales y sus brutales volatilidades crea una gran atención en los medios, y estos activos se han convertido en el sueño de muchos inversores ansiosos con hacerse ricos a la más pura ruleta rusa. Y además tienen un efecto reclamo en todo tipo de personajes conocidos, como el futbolista Cristiano Ronaldo, que ha establecido un acuerdo de patrocinio con la plataforma de criptomonedas Binance.

No obstante, hay que ser conscientes de que las principales plataformas, como Coinbase, Gemini y crypto.com, han anunciado despidos en los últimos tiempos debido a las horas bajas de sus negocios. Personalmente me quedo con la afirmación del legendario inversor Warren Buffett, quien dijo hace poco que, si le ofrecieran todos los bitcoines existentes en el mundo por 25 dólares, no los compraría.

De hecho, el colapso de los tókenes Luna y Terra creo que le está dando la razón, al igual que el descenso del valor total del criptomercado, que ha pasado de 3,2 billones de dólares a menos de 1 billón en pocos meses. No obstante, la libertad es lo más grande que tienen los mercados, y cada uno es libre de invertir en lo que más le motive; pero, por favor, no nos olvidemos del análisis como la base de nuestra actuación. (O)