La empatía es la habilidad para entender las circunstancias que vive otra persona y la complejidad de su situación. La empatía se compone con la suma de conocimientos y afectos. Es el conocimiento el que permite imaginar el frío que pasa la persona que duerme en la calle o el hambre de un adolescente, o la tristeza ante la muerte o la traición. Desde aquel conocimiento, se despliegan las perspectivas, y nos pone hipotéticamente en el lugar del que sufre, ama, triunfa o fracasa. Y como resultado surge la preocupación por los otros.

Las reacciones empáticas emergen más fácilmente hacia personas que conocemos y con las que interactuamos. Por lo tanto, es el compartir objetivos el que consolida esa empatía.

Ser empáticos es parte de la naturaleza humana, no obstante, esa característica está ausente en casos de enfermos mentales como los psicópatas, quienes causan daño físico o emocional, deliberadamente y sin sentir conciencia ante el dolor humano.

No obstante, hay eventos que rompen la empatía y enferman mentalmente a los grupos humanos. Por ejemplo, en tiempos de guerra, unos humanos dedican tiempo y recursos a pensar cómo destruir a otros. En la época colonial se construyeron afirmaciones de superioridad racista con las que el invasor justificó el menosprecio y la denigración hacia los colonizados. En tiempos electorales, los discursos hacia los contrincantes políticos se bañan de rencor y enfrentamiento.

Hablar intensa y diariamente de esos valores humanos y provocar la reflexión sería uno de los mecanismos para resurgir la empatía.

Gwynne Dyer (2006) en War: The Lethal Custom (Guerra: costumbre letal) explica que la falta de empatía y el ataque hacia otro surge junto a una justificación de orden moral o práctica (la guerra, el dinero, la lucha por espacios de poder y otros). Esas justificaciones son el detonante perfecto para que los soldados maten, los mercenarios surjan o alguien piense en deshacerse de quien perjudica sus negocios y espacios de poder.

Ya que ser empáticos está en el centro de la naturaleza humana y las psicopatías son anormalidades. Debe preocuparnos que una sociedad deje de asombrarse y actuar a favor de un grupo humano que sufre o está en situación de vulnerabilidad. De ahí que quienes conformamos las sociedades debemos estar atentos a las fuentes de animosidades, incomodidades o desaliento, porque son el caldo de cultivo de la violencia y la destrucción social.

Puesto que son las justificaciones de orden moral y práctica las que impulsan las actuaciones. Matthieu Ricard (2016), en el libro En defensa del altruismo, propone que pongamos a circular mensajes positivos. Así resulta importante dar énfasis y fuerza argumentativa a la solidaridad, la paz, la cooperación y el perdón. Hablar intensa y diariamente de esos valores humanos y provocar la reflexión sería uno de los mecanismos para resurgir la empatía.

Por lo tanto, si todos, principalmente quienes son referentes sociales, hacemos una minga –que coloque en el centro de nuestro discurso y práctica a los valores humanos–, con ello fortalecemos nuestras organizaciones y apoyaremos la vuelta de la empatía y la reconciliación social. (O)