A lo largo de la historia, se ha debatido y escrito mucho sobre esta relación turbulenta entre el poder político y la prensa.

Siempre investigando y revelando lo que el poder oculta, los naturales excesos escondidos debajo de las alfombras, los esqueletos refundidos en los armarios.

Y es que, de acuerdo con uno de los principios fundamentales del modelo de negociación desarrollado por los profesores de la Universidad de Harvard, Roger Fisher, William Ury y Bruce Patton, para una eficiente negociación es vital hacer el ejercicio de sentarse en la posición de su contraparte, a fin de valorar si lo que se va a proponer es algo posible de aceptar en condiciones razonables para su contraparte.

Y como la vida es una permanente negociación, este valioso principio aplica para todo, y por supuesto, para la relación entre el poder y la prensa.

Muchos políticos creen que la prensa debe ir a su ritmo de prioridades; que ellos son la patria, y que cualquier información que trastoca sus planes debe ser descartada. Que las investigaciones o reportajes deben hacer fila detrás de las oficinas públicas y de acuerdo al humor de la burocracia a cargo.

Piensan que, como lamentablemente sucede con gran parte de la sociedad, la prensa debe olvidar los traspiés y escándalos del pasado, propios o de sus cercanos colaboradores. No entienden que en los pasillos del poder hay intereses, egos, amores y odios; que es obligación de la prensa desconfiar del poder y validar de manera razonable sus dichos y sus actuaciones.

Que detrás de una nota de prensa, de una investigación periodística, no debe existir la intención de malograr el prestigio de un político, sino, por el contrario, revelar situaciones públicas que le interesan al país, dándole la oportunidad al político serio, de que confirme la transparencia de sus ejecutorias o que aleje a aquellos colaboradoras que pretenden enturbiarlas. Me refiero a la prensa seria; a la prensa de verdad; a la que tiene credibilidad. A la que trasciende con el tiempo.

Por esta razón me ha causado grata impresión el discurso pronunciado por el presidente Guillermo Lasso, con motivo de la conmemoración de los 100 años de Diario EL UNIVERSO, cuando afirmó:

“… Sé que siempre habrá voces que dirán que hay que frenar supuestos abusos de la prensa. Eso siempre será materia de debate. Pero vista la historia de este país, lo que yo me digo a mí mismo desde esta magistratura es: ¿quién me frena a mí? ¿Quién me frena a mí ahora que estoy aquí en el poder?...”.

No recuerdo que otro mandatario en funciones haya dicho una frase tan poderosa a favor de la importancia de la prensa frente al poder político, como esta; y, por ello, he considerado compartirla con usted, amigo lector.

Ojalá su equipo de gobierno y los próximos gobernantes la recuerden siempre; que reflexionen que el poder político es transitorio, y que cuando vuelvan a ser ciudadanos sin poder político, esa misma prensa puede ser vital para defender sus derechos frente al poder de turno. (O)