El cuerpo humano está diseñado para ser sano. Sin embargo, el cáncer y otras graves enfermedades están en franco crecimiento a nivel mundial. Este hecho no es por alguna falla de los cuerpos de ahora en relación con los de antes, sino por el entorno cada vez más tóxico al que los sometemos.

Los invito a recorrer juntos un día normal de un ciudadano común, para entender lo que nos estamos haciendo. Lo primero que el ciudadano de esta historia hace en la mañana es ducharse para empezar el día bien despierto. Durante cinco minutos su piel absorbe el agua con contenido de pesticidas y herbicidas, que el río de donde el agua proviene recibió por su cercanía a la agricultura de la región. Luego se vistió para ir al trabajo, y se sentó en familia a desayunar unos huevos revueltos cocinados en un sartén que casi ya no tiene teflón en su fondo, porque se ha venido desprendiendo día a día con su uso, y varias de esas partículas de pintura se han pegado a sus alimentos, que luego terminaron en su estómago, y posteriormente en su colon. Antes de marcharse al trabajo, se lava los dientes con agua que contiene asbesto de la tubería antigua, y compuestos químicos llamados trihalometanos, que se formaron en el proceso de potabilización.

Entra a su carro y arranca su camino hacia su trabajo. Él se considera una persona muy pulcra, y su carro siempre huele bien. Tiene un olor a pino inconfundible, que por cierto no viene de ningún árbol de pino, sino de un aromatizante químico artificial que sus pulmones van a respirar durante treinta minutos de ida y treinta minutos de vuelta.

Los invito a recorrer juntos un día normal de un ciudadano común, para entender lo que nos estamos haciendo.

Llegó temprano a la oficina, porque él siempre es puntual. De hecho, entra a su oficina solo minutos después de que la terminaron de limpiar. Sus pulmones van a respirar los vapores del desinfectante químico que recién aplicaron en el piso. Su oficina no tiene ventanas, por lo que el aire que lo rodea está preso. Nuestro buen ciudadano está condenado a respirar el mismo aire durante todo el día.

Él es muy querido en su trabajo, y de inmediato le brindan un café caliente en un vaso térmico de espuma de poliestireno, un químico que con temperatura se desprende en su bebida. Él solo almuerza frutas que lleva en su maletín de trabajo. Eso sí, toma mucha agua, porque ha leído que es muy saludable hacerlo. En las bodegas de su oficina suele almacenar agua embotellada en envases de un litro, para obligarse a tomar dos durante el día. El agua que toma con fervor de sus botellas contiene Bisfenol A, un químico que ese plástico desprende durante su transporte y bodegaje.

Nuestro ciudadano vuelve a su hogar al final del día, sin saber que aún le falta de recibir unas cuantas dosis más de tóxicos antes de irse a dormir.

Una vez que los químicos sintéticos entran a nuestro cuerpo no salen, solo se acumulan hasta que el cuerpo aguante. Se repite mucho que las enfermedades son hereditarias, cuando en realidad en mucho más medida son los hábitos los que se heredan.

Salirse del ciclo tóxico debe ser el proyecto familiar más importante de un hogar. La buena salud es muchas veces un tema de decisiones. (O)