Los tratados comerciales tienen una condición fundamental: la reciprocidad. Un principio entendido como la costumbre de un Estado que concede a otro un trato semejante al que recibe de él, con base en la cooperación internacional. Perfeccionar esta costumbre exige evolucionar los acuerdos comerciales tradicionales, centrados en el mercantilismo, hacia una libertad comercial centrada en facilitar e impulsar el desarrollo sostenible.

Los tratados comerciales deben ir más allá del intercambio de productos y ser más innovadores en tres frentes estratégicos: inversión, infraestructura e integración

Nuestra integración comercial con México se ha construido a partir del sistema de preferencias arancelarias convenidas en el Acuerdo de Complementación Económica 26 de la Aladi, dando como resultado una balanza comercial con México muy deficitaria para nuestro país. La fortaleza de las exportaciones de México hacia Ecuador está determinada por su competitividad industrial con claras ventajas comparativas en tres dimensiones: laboral, costo operativo y financiamiento. La productividad laboral de México es de 40.163 dólares al año, la de Ecuador es de 22.306 dólares al año. El costo del kilovatio hora en México es de $ 10 y el de Ecuador es de $ 13. El riesgo país de México es de 342 puntos, el de Ecuador es 827 puntos, lo cual significa que el costo de financiamiento para México es 2,5 veces inferior al de Ecuador.

Un Tratado de Libre Comercio entre Ecuador y México representa la oportunidad para alcanzar un mejor equilibrio en las relaciones comerciales de ambos países, para lo cual México debe abrir su mercado a productos de Ecuador con especialidad productiva y capacidad de exportación: banano, camarón y pesca. Un TLC que no garantice el acceso a estos productos ecuatorianos al mercado mexicano, no se justifica para Ecuador y profundizará el desequilibrio comercial de la relación bilateral.

Los tratados comerciales deben ir más allá del intercambio de productos y ser más innovadores en tres frentes estratégicos: inversión, infraestructura e integración, que permitiría fortalecer las relaciones bilaterales para capturar la oportunidad de la reconfiguración de las cadenas globales de suministro, donde nuestro país ofrece estabilidad monetaria y constituye un destino geoestratégico en Sudamérica. De acuerdo con el BID, “las oportunidades de nearshoring en el corto y mediano plazo podrían representar un aumento de hasta $ 78.000 millones en nuevas exportaciones de bienes y servicios en industrias como la automotriz, textil, farmacéutica y energías renovables para América Latina”.

Acuerdos que reinventen la reciprocidad comercial hacia intereses sostenibles preferenciales; como la protección y la conservación del medioambiente frente al cambio climático; y la transición hacia el comercio electrónico, a través de la creación de un ecosistema digital común, formado por pequeñas y medianas empresas, que constituya una plataforma de inclusión económica que genere valor en la exportación de bienes y servicios digitales.

La reciprocidad comercial en el siglo XXI necesita Estados que evolucionen la política del proteccionismo hacia la política de la prosperidad con seguridad: jurídica para la inversión, energética para la producción y digital para el consumo. (O)