Después de semanas de desconcierto y angustia para todos los ecuatorianos, el país vuelve al camino de la paz, y con ello, la búsqueda de la reactivación económica, superando un nuevo paro nacional. En esta ocasión, las pérdidas se estiman en alrededor de los $ 1.000 millones, de acuerdo con el Banco Central del Ecuador (BCE). Sectores como el turismo, ganadero y avícola fueron los más perjudicados en el sector privado, mientras que en el sector público las petroleras fueron las más afectadas. Y aunque parezca que la solución haya sido un acuerdo entre el movimiento indígena y el Gobierno, las secuelas de las pérdidas no se resolverán en el corto plazo. Muchos empresarios y emprendedores estamos lamentando que a causa de la caída de las ventas y la producción derivadas del paro, varias personas perdieron o perderán sus empleos en el país. Al final, los problemas de desempleo y pobreza no solo que no se resolvieron, sino que se habrían acentuado de forma considerable.

Al hablar de este tema hay que mencionar algo que debería ser obvio pero que, con preocupación, veo que no lo es. Y es que nada justifica la violencia, ni la paralización de servicios esenciales para la vida como lo son la salud y la alimentación. Tampoco se puede ignorar que en el contexto de esta protesta social hubo quienes querían aprovechar la agitación colectiva para desestabilizar la democracia. Aquello es inadmisible y no lo podemos volver a permitir. Aclarando eso, es necesario también reflexionar sobre las causas del descontento del movimiento indígena y de la población en general que apoyó estas movilizaciones.

La extrema pobreza, la desnutrición crónica infantil y todas las carencias básicas que aquejan a los sectores rurales deben ser resueltas. No hablo de bonos ni subsidios, que al final solo serían dádivas permanentes, hablo de acceso a oportunidades de crecimiento. Por ejemplo, que puedan acceder a educación de calidad con mecanismos como el “cheque escolar” impulsado por empresas y unidades educativas particulares, a su vez respaldado en incentivos tributarios. Al mismo tiempo darles facilidades para que pequeños negocios puedan crecer, agilidad en los trámites, crédito técnico, etc.

Trabajemos como hermanos ecuatorianos para no tener otra jornada así. No podemos darnos el lujo de seguir paralizando nuestra economía por cualquier desacuerdo político que lo único que ha ocasionado es decrecer como país y darnos una mala imagen a nivel internacional. Deben existir consensos, por supuesto, deben plantearse soluciones, claro que sí, pero la vía no es la destrucción económica. Debemos evolucionar del Gobierno del Encuentro al Gobierno de la Reconciliación, en el que se busque la ruta correcta para crecer como país.

Desde el Gobierno ya es el momento en el que deben venir reformas de libertad económicas, no podemos esperar más, necesitamos inversión extranjera que ayude a generar empleo hacia todos los sectores productivos. Es primordial la reducción o eliminación de impuestos, firmar acuerdos comerciales con socios importantes, como EE. UU. y China, asimismo garantía de seguridad jurídica y reformas de flexibilidad laboral. (O)