Lo que parecía una quimera se concretó el pasado miércoles con la declaración suscrita por siete ministros de Agricultura de América Latina y el Caribe, o sus delegados, convocados por su colega el ecuatoriano Pedro Álava González, que en conjunto representan el 65 % de las exportaciones de musáceas comestibles, difundidas por todos los continentes, siendo parte de la seguridad alimentaria, fuente de trabajo para millones de habitantes que dependen de ellas y sostén económico de naciones en vías de crecimiento. Es un hecho histórico sin antecedentes en el presente siglo; pues se han realizado otros similares convites, pero no para debatir el acuciante tema de los altos costos y bajos pagos, que aquejan a las etapas productivas y de comercialización, con actores al borde del desespero.

Luego de este encuentro, volverán a congregarse en Berlín en abril de este año, con motivo de la feria Fruit Logistic, donde se darán conversaciones con los líderes del mercado minorista e inmediatamente desarrollar una agenda en Bruselas, donde se expondrán los alcances de la decisión ministerial adoptada de forma unánime. Las posibilidades de conseguir éxitos a través de la unitaria propuesta se fundamentan en los principios de responsabilidad compartida, que los propios europeos proclaman dentro del programa de la “granja a la mesa”, esto es, abogar porque los agricultores reciban un pago justo por sus cosechas, que cubra las obligaciones sociales, ambientales y de inocuidad alimentaria, que involucra ese dogma.

Otro aspecto que alienta al optimismo es el argumento incluido en el acuerdo entre autoridades agrícolas, que la cuantificación de la compensación por las elevaciones referidas se ajuste a los parámetros que practica el sistema de certificación Faire Trade o comercio justo, de amplia aceptación porque recoge las elevaciones de costos exógenos como los incrementos inauditos del valor de los envases de cartón, de otros insumos importados y tarifas de fletes marítimos, que profundizan la ausencia de rentabilidad de los segmentos más débiles de la inmensa cadena de valor del banano y plátano. Se trata de que los más beneficiados con la venta final de la fruta madura compartan equitativa y balanceadamente parte de sus ingresos, entendiéndose que, de no existir esos productos tropicales, no tendrían razón de ser los otros eslabones; manteniéndose el riesgo de extinción de dichos demandados bienes agrarios.

Se plantea fortalecer medidas preventivas para evitar la difusión de la enfermedad causada por un hongo habitante del suelo, con su raza tropical 4, ya campeando con agresividad en Colombia y Perú, detenerlo implica fuertes erogaciones que agravan los bajos niveles de rentabilidad, solicitándose el apuntalamiento financiero de entidades internacionales. El evento fue observado con entusiasta simpatía por varios delegados de organismos no gubernamentales tales como la FAO, el centroamericano Oirsa, la CAN, GIZ, que han respaldado las iniciativas oficiales, ratificando su predisposición de continuar con sus tareas de soporte y apoyo a los gobiernos conforme lo soliciten los secretarios de Estado del sector. (O)