Todo homenaje póstumo implica una muestra de nostalgia y un acto de justicia. Vamos a asumir, desde un inicio, que el libro Kimirina y Orlando Montoya: un buen maridaje es eso. El homenaje que los amigos de Orlando Montoya desean rendirle a su memoria y a su larga lucha, que fue icónica en la articulación de respuestas desde la sociedad civil al VIH. Sin embargo, al leer este libro, preparado con tanto cariño como rigor por el equipo de Corporación Kimirina, descubro que un homenaje puede ser mucho más: quizá es volver a pasar por las huellas que dejaron ciertas personas muy especiales, que no fueron del todo conscientes del papel fundamental que jugaron en nosotros y nuestras luchas más importantes. Son aquellos sin los que no seríamos lo que somos. Aquellos que nos alumbraron el camino como faros brillantes, en la niebla o la tormenta.

El combate a la pandemia del VIH ha estado atravesado por una serie de complejidades históricas de orden político, que han implicado una lucha, fundamentalmente, subjetiva: sistemas jurídicos que criminalizaron y estigmatizaron formas legítimas del afecto y de la identidad de género de miles de seres humanos en el planeta, regímenes de discriminación y desigualdad política y económica, siempre estructurales. El filósofo Walter Benjamin fue lúcido al plantear que la historia también está escrita por los oprimidos, por las voces silenciadas, por las víctimas del sufrimiento del mundo. La historia reciente de la humanidad es también la de las personas que vivieron o viven con VIH, sus familias y amigos, así como quienes sufrieron todo el estigma y la discriminación asociadas a esta problemática. Y no fue fácil sobrevivir a esos sistemas y estructuras de opresión política y jurídica, que con la aparición del VIH, se recrudecieron y exacerbaron. La lucha contra el VIH, entonces, cobró dimensiones históricas: se luchaba por el derecho de acceso a la salud, por el derecho a existir, y fundamentalmente, por el derecho a la dignidad humana.

La participación de Orlando Montoya en las luchas sociales fue constante y en espacios múltiples, pero siempre comprometido a combatir las condiciones de desigualdad imperantes. No se puede dejar de mencionar, entre otras, una muy especial, que tiene que ver con la derogatoria del artículo 516 del antiguo Código Penal ecuatoriano, que tipificaba a la homosexualidad como delito castigado con 8 años de prisión. Su expulsión del ordenamiento jurídico fue un hito que se enmarca en la lucha por la defensa de los derechos humanos en América Latina. Gracias a quienes, como Orlando, resistieron a ese régimen de injusticia y criminalización, y lucharon por derrumbarlo, se ha podido afianzar el ejercicio de los derechos, principalmente a la no discriminación, de la comunidad LGBTIQ+ en el país. Aunque aún queda mucho por hacer, esos primeros pasos fueron trascendentales.

No conocí a Orlando Montoya. Corrijo: no traté personalmente a Orlando Montoya. Ha sido este libro de Kimirina el que me ha permitido conocerlo, indagar en su pensamiento, sus motivaciones y la energía que irradiaba. Estas páginas nos permiten establecer un diálogo con Orlando a través de las personas en que dejó sus huellas, que son los mismos que continúan su lucha. El alcance de su acción trascendió el territorio de su Colombia natal y de su Ecuador definitivo, estableció puentes y alianzas entre organizaciones, influyó en la política pública, y signó a generaciones de personas comprometidas en la erradicación de la pandemia a nivel global. Abrió esas primeras puertas por las que hoy pasamos quienes seguimos persiguiendo la consecución de esos objetivos.

Volver a pasar por las huellas de Orlando es, inevitablemente, volver a nosotros mismos y a nuestra más profunda convicción. Este libro, que Corporación Kimirina ha publicado, es un acto de justicia y un reconocimiento legítimo a la vida de Orlando, que marcó un antes y un después en la prevención y respuesta al VIH y en la conquista de derechos humanos fundamentales asociados a esta problemática, pero también es un acto de amor y de agradecimiento. Albert Camus escribió: “Si aquellos a quienes comenzamos a amar pudieran saber cómo éramos antes de conocerlos, podrían percibir lo que han hecho de nosotros”. Al terminar de leer estas páginas los lectores podrán saber, exactamente, en qué consiste el legado de Orlando Montoya. (O)