Ecuador es un país de realismo mágico donde las cosas no son “ni tan tan ni muy muy”, donde nada está muy claro: no hay un día nacional, no hay una comida nacional, no hay un héroe nacional. Finalmente solo nos queda un himno, una bandera y la Selección.

Nos aferramos a la selección de fútbol como único punto de encuentro nacional. Y lo es.

¡FIESTA NACIONAL! Contundente triunfo de la selección de Ecuador 2-0 sobre el anfitrión Qatar en el partido inaugural del Mundial 2022

Por ahí dicen que las catástrofes nos unen, pero eso dura hasta que alguien descubre cómo aprovecharse, y ahí volvemos a nuestro estado permanente de desconfianza. Veo muy lejana esa idea de tener un proyecto nacional compartido que se sostenga.

Es importante educar en las emociones, en inteligencia emocional y en empatía, para entender la realidad de otra manera, para empezar a sembrar otras posibilidades de acción y para que podamos celebrar juntos algo más que un gol.

Cada cierto tiempo nos pondremos la camiseta amarilla y saltaremos en las casas por cada gol aferrándonos a la ilusión de estar unidos, pero es solo eso, un espejismo, porque después de los 90 minutos me da la impresión de que volvemos a ser ese país con poca empatía que se mueve por los intereses particulares.

Prensa nacional: ‘Histórico’ debut de la selección de Ecuador en el Mundial 2022 al imponerse ante Qatar

Siento que hay una gran barrera que nos condiciona, perjudica e impide que avancemos como deberíamos, y tiene que ver con nuestra predisposición frente a los hechos y frente a un posible futuro.

Rafael Echeverría, filósofo, describe los estados de ánimo como espacios de acciones posibles. Desde el estado de ánimo en que estamos, actuamos y definimos las posibilidades de acción.

Plantea que nos movemos entre cuatro posibles estados de ánimo frente a cada circunstancia, que tienen que ver con lo que no puedo cambiar (pasado) y lo que puedo cambiar (futuro).

Estos son: resentimiento (cuando me opongo a un hecho que no se puede cambiar); paz (cuando acepto un hecho que no se puede cambiar): resignación (cuando me opongo a un hecho que se puede cambiar) y ambición (cuando acepto un hecho que puede cambiar y actúo).

Veo que el resentimiento y la resignación tienen mucha presencia en nuestros discursos y nos ponen en una posición poco favorable.

El resentimiento nace de sentir que hemos sido víctimas de una injusticia; teníamos derecho a conseguir algo que no conseguimos y culpamos a alguien por el estado actual de las cosas. El espíritu de venganza es un subproducto habitual. Se nutre de dos fuentes: de las promesas y de las expectativas consideradas legítimas, que en ambos casos no son cumplidas.

El resentimiento obstruye nuestras posibilidades de acción, puesto que estamos en una obsesiva conversación acerca de lo que hemos perdido y de quién es el culpable, generando un entorno hostil, extremadamente corrosivo para la convivencia social, que dificulta la coordinación de acciones.

Del resentimiento es muy fácil pasar a la resignación frente al futuro y quedarnos en la queja como manera de enfrentar el presente.

El problema es que eso nos sucede sin tener mucha conciencia de ello. Es importante educar en las emociones, en inteligencia emocional y en empatía, para entender la realidad de otra manera, para empezar a sembrar otras posibilidades de acción y para que podamos celebrar juntos algo más que un gol. (O)