Describir lo que ocurrió en Quito durante sus fiestas no tiene sentido. Ya muchos lo vieron en redes sociales y en los estados de WhatsApp de los contactos que cada quien tiene y ha sido materia de diversos comentarios en los últimos días. Lo que tal vez habría que añadir es que las aglomeraciones comenzaron desde el famoso Black Friday, o día de rebajas, especialmente en los centros comerciales y sus alrededores, y que en los supermercados, particularmente en diciembre, hay más gente de la habitual por la venta de todo tipo de bebidas, de canastas navideñas, de golosinas y de productos para los almuerzos y cenas familiares por Navidad y Año Nuevo, que dejan las perchas bastante vacías.

Durante los últimos 21 meses, las autoridades sanitarias locales, nacionales y mundiales han pedido cuatro cosas puntuales: lavarnos las manos con jabón, usar mascarillas, mantener una distancia física de dos metros y vacunarse contra el virus del COVID-19.

Ya a estas alturas de la pandemia, esto debería ser parte de nuestra rutina, de nuestro comportamiento, pero al parecer no lo asumimos como la realidad que debemos afrontar.

Pese a que muchos ya estamos vacunados y algunos incluso con las terceras dosis –o de refuerzo–, con el inicio de este festivo mes, particularmente en Quito, parece que se olvidaron de dos de los pedidos clave: usar las mascarillas y mantener la distancia (supongo que al menos sí usan desinfectante de manos). Y resulta más preocupante que esto ocurra en momentos en que una nueva variante está propagándose rápidamente a escala mundial, que esta genera alertas en los investigadores y la Organización Mundial de la Salud, que ha hecho que se tomen medidas en diversas partes del mundo (incluido Ecuador) y que aún se encuentra en investigación.

Si bien el cuidado de la salud es un tema personal y familiar, con una pandemia de por medio se convierte en un tema público, en el cual autoridades y ciudadanos deben estar comprometidos. Que la mayoría esté cansada de usar una mascarilla puede ser, pero por ahora es una de las estrategias que no fallan para evitar el contagio.

Todavía faltan 23 días para terminar el año y las festividades, ¿por qué no hacer un esfuerzo y apoyar al sistema de salud, a esos cientos de enfermeras, médicos y demás personal de salud, manteniendo nuestro propio cuidado?

Ellos son quienes han llevado la peor parte. Si nos sentimos cansados de la situación, imaginémonos a ellos, que están en riesgo de contagio por ser personal de primera línea, que han aguantado horarios extendidos para atender a los enfermos, tener menos tiempo con sus familias, ver cientos de personas tratando de sobrevivir, sentir tristeza por la muerte de sus compañeros y amigos...

Las familias que han sentido la enfermedad muy cerca saben de sobra las consecuencias que ha dejado en cientos, sin contar a quienes han perdido a padres, madres, esposos, hijos, tíos, hermanos...

Si queremos volver más rápido a gozar de las fiestas, de reuniones, de conciertos, de los amigos y la familia, sigamos con nuestro cuidado y usemos las mascarillas. (O)