La proforma presentada por el Ejecutivo empieza el proceso de transparentar la realidad del país. Así por ejemplo, alrededor de 1.500 millones de dólares que eran antes considerados gastos de inversión, ahora son colocados correctamente, como gasto corriente. Eran sueldos, bonos y otras remuneraciones pagadas en los ministerios de Educación y Salud. Y como en la época de la FaRC, familia revolución ciudadana, la contabilidad era lo que la omnímoda voluntad del Ejecutivo indicaba, entonces mágicamente se inflaba la inversión.

Sin embargo, muchas otras cosas quedan por sincerar, y la más importante, aquello que el Estado debe, pero que el Ministerio de Finanzas no tiene registrado. Y esto es muy grave. Así por ejemplo, la Junta de Beneficencia de Guayaquil muestra que se le deben más de 160 millones de dólares. Pero en el Ministerio de Finanzas la deuda es de 10. El saldo proviene de dos fuentes: la primera, los pacientes derivados por el Ministerio de Salud, y la segunda, los derivados por el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS). La Junta dio el servicio y cuando va a cobrar, el Ministerio de Salud le dice: “No tengo plata”. Entonces la Junta va al Ministerio de Finanzas, y ahí le dicen: “No hay partida, tengo que verificar que el servicio realmente se dio y buscar cómo hago espacio presupuestario para pagar”.

Y en este drama de no poder la Junta rechazar pacientes porque se mueren, y la no existencia de partidas, el Estado, que es uno solo, tiene al borde de la muerte a la Junta de Beneficencia. Y cuando se va al IESS, esa institución dice también no tengo plata, porque el Estado me debe.

Ese manejo del Estado, inventado por la FaRC, no solo que no era transparente, poniendo como inversión lo que es gasto corriente, sino que además retuvo devoluciones del IVA, perjudicando a GAD, universidades y a muchos más, y, por último, no les paga a quienes han prestado servicios al Estado. Pero además, existen pendientes de jubilaciones, pagos de sentencias judiciales que el Estado debe cumplir y muchas cosas más. Todo esto está dentro de un oscuro saco llamado “atrasos”, que nadie sabe exactamente cuánto representan, y que se vuelve tarea indispensable del Gobierno del Encuentro de transparentar y hacernos ver la realidad.

Esta herencia que viene desde que los refundidores (no refundadores, pues fundieron a esta pobre patria) inventaron la forma más perversa de gobierno, no puede, no debe continuar. Hay que hacer un alto, y que los atrasos y la opacidad en el manejo de las cuentas públicas no vuelvan a existir en el país. Con fórmulas creativas esto se puede resolver, porque el Estado no es quien sufre como consecuencia de esto, sino las víctimas que hicieron transacciones con aquel.

Mientras esto no se haga, y no se detecte en forma profesional dónde está la grasa y dónde están las instituciones que deben desaparecer o reducirse, no habrá crecimiento económico, no habrá la soñada recuperación. Y esto lo podemos afirmar porque esos atrasos que agobian a tantas instituciones y personas son sencillamente una mochila muy difícil de cargar para quienes no son el Estado en el Ecuador. (O)