El ataque a las instituciones científicas y académicas de EE. UU. en el segundo mandato de Trump no ha sido ni silencioso ni sutil, sino abierto y sistemático.
En su primer mandato, Trump no ocultó su desdén por el conocimiento. Los científicos del clima fueron amordazados; expertos en la pandemia, marginados; e investigadores universitarios, vilipendiados. Pero lo que estamos viendo ahora es un esfuerzo más disciplinado y decidido para desmantelar los cimientos mismos del avance científico y médico estadounidense.
Tomemos, por ejemplo, la aniquilación de los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por su sigla en inglés) y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). En marzo, la Administración propuso un recorte presupuestario del 38 % a NIH y del 44 % a CDC. También propuso un recorte del 55 % en el presupuesto de la Fundación Nacional de Ciencias, un recorte del 24 % a la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) y su Servicio Meteorológico Nacional, y una reducción del 53 % en el presupuesto de investigación de la NASA.
Decenas de miles de funcionarios han sido despedidos o se han jubilado anticipadamente en estas instituciones.
Según una encuesta publicada en Nature, el 75 % de científicos estaba considerando dejar los EE. UU. para ir a países menos hostiles a la ciencia.
La Unión Europea, el Reino Unido, Canadá y China están realizando importantes esfuerzos para atraer a estos científicos. Un artículo publicado en El País destaca que “La Unión Europea ha lanzado una iniciativa de 500 millones de euros (584 millones de dólares) para atraer talento extranjero, especialmente de Estados Unidos, en un esfuerzo por convertir el caos científico estadounidense en una oportunidad para fortalecer la ciencia europea... el programa “Make Our Planet Great Again”... fue creado por el presidente francés Emmanuel Macron en 2018 para atraer científicos estadounidenses al país”.
CDC se ha convertido en una cáscara hueca y sus expertos han sido reemplazados o silenciados por ideólogos con poca consideración por la realidad epidemiológica; el Comité Asesor de Vacunas fue reemplazado por chiflados antivacunas. Mientras tanto, los fondos federales para la investigación básica y aplicada, del tipo que impulsa la innovación en energía limpia, biomedicina e inteligencia artificial, se han reducido drásticamente.
Las universidades de investigación han sido objeto de “limpieza ideológica”, lo que ha provocado un efecto escalofriante sobre la libertad académica. Los pretextos han sido absurdos: apoyo a la “diversidad, equidad e inclusión”, y prácticas supuestamente antisemitas. En el caso de Harvard, la Administración exigió el control sobre la contratación y su currículo de estudios. La universidad se ha negado y se ha enfrentado a una serie de intentos de acciones punitivas, incluida la eliminación de los fondos de investigación, y ahora incluso la cancelación de visas de estudiantes extranjeros (Harvard ha presentado demandas para detener estas represalias inaceptables).
Max Boot escribe: “Trump dice que quiere eliminar todos los contratos federales de Harvard y dar el dinero a las escuelas de oficios. Esto es populismo enloquecido. Por muy valiosas que sean las escuelas de oficios, no lograrán avances en la lucha contra la enfermedad de Alzheimer, el cáncer, los accidentes cerebrovasculares, la anemia de células falciformes u otras enfermedades que se están investigando en Harvard".
El Proyecto de Ley Grande y Hermoso de Trump (en realidad, una abominación que quita la atención médica y la comida a los pobres para dar recortes de impuestos a los multimillonarios y las corporaciones) redujo los subsidios para los vehículos eléctricos y la energía renovable, incluida la investigación en estos campos; esto consolidará el dominio de China en estas industrias del futuro.
Una carta abierta firmada por miles de científicos dice que hay paralelismos obvios entre lo que Trump está tratando de hacer y la corrupción de la ciencia por parte de los regímenes totalitarios del pasado.
“La historia ilustra, en términos inequívocos, el peligro de las ‘verdades científicas’ dictadas por el Estado. Las interpretaciones anticientíficas de la genética por parte de Lysenko en la Unión Soviética provocaron una hambruna que mató a millones de personas. Los programas patrocinados por el estado en la Alemania nazi basados en la ‘ciencia’ de la eugenesia condujeron al genocidio de millones de judíos, personas con discapacidades y personas que se identificaban como LGBTQ+ que se consideraba que tenían una ‘vida indigna de vivir’ ”.
Algunos pueden argumentar que las instituciones son resistentes, que la ciencia del país ha capeado tormentas antes. Pero la resiliencia no es inmunidad. Con cada laboratorio desfinanciado, cada profesor amenazado o deportado, y cada base de datos eliminada, el daño a largo plazo se agrava.
La administración Trump también está atacando la llegada de estudiantes y académicos extranjeros, llegando incluso a cancelar y revocar visas de estudiantes.
Lo que está en juego no es sólo el futuro de la ciencia estadounidense, sino el alma de la propia república. Al socavar los motores del descubrimiento, el segundo mandato de Trump no solo está atenuando las luces de la razón, sino que las está extinguiendo, una por una.
Más allá de las necesidades intelectuales y académicas de promoción de la ciencia, la investigación aplicada y el desarrollo son las bases del crecimiento de la productividad; y a la larga, incluso del poderío político y militar. Debilitarlos solo beneficiará a sus rivales, especialmente a China y Rusia. (O)