Nuevamente hemos entrado en la etapa de la fiebre electoral. Abundan los precandidatos. La participación de algunos de ellos sorprende, pues es obvio que no tendrían opción de ganar. Francamente no entiendo para qué se meten en una aventura así. Tal vez existan razones que quienes no estamos en el mundo político no entendemos.

Ahora bien, la situación en la que se encuentra el Ecuador exige que los candidatos definitivos nos planteen cómo piensan sacar adelante a un país plagado de problemas, con índices de delincuencia alarmantes, con una sensación cada vez mayor de temor e inseguridad, etc.

Los desafíos que debe enfrentar el Ecuador son muchos, sus gobernantes tendrán que ser muy creativos para fortalecer la credibilidad en los políticos, para devolver la confianza en que los tiempos mejores son realizables. No se necesita solamente empeño, sino rodearse de gente competente, honrada y eficiente. La competencia sola no sirve, la honradez sola tampoco, y la eficiencia sin valores es incompleta. No queremos ver nuevos ricos producto de su desempeño en la función pública. Estamos hasta la coronilla de ello. No queremos ver políticos obsesionados con otros políticos. Necesitamos ser conducidos sin demagogia por políticos sinceros y con los pantalones bien puestos. Queremos y necesitamos continuidad respecto de las buenas acciones, como la zona de reserva “hermandad” lograda por el actual Gobierno, ministros que sean eficientes y eficaces y no reyes de la palabrería, necesitamos conocer a qué se dedican, cuáles son los resultados de su labor anterior al cargo; hay ministros que no aparecen nunca en el escenario, que cumplen un desempeño desesperantemente silencioso.

Necesitamos asambleístas decentes y críticos. De los esbirros estamos hasta la coronilla.

Necesitamos asambleístas decentes y críticos. De los esbirros estamos hasta la coronilla. La Asamblea Nacional debe trabajar de forma organizada, metódica y eficiente. Debe pedir cuentas a los ministros, pero no pasarse la vida interrumpiendo su trabajo. Los líderes políticos deben esforzarse por mejorar sus cuadros en dicha Asamblea. “Todo cepillo acaba sin cerdas”, se dice comúnmente. La obsesión de los gobernantes y asambleístas debe ser lograr un mejor país, pero pisando la tierra, cumpliendo acciones idóneas para lograrlo.

La juventud necesita recibir buenos mensajes, captar excelentes actitudes y acciones para emularlas. Las juntas cívicas deben reaparecer. Su silencio es indigno. Y la tolerancia al mismo imperdonable. Los contextos que viviremos son difíciles: las muertes en las calles no pararán súbitamente, tendremos que seguir endeudándonos como país, la inteligencia artificial puede desencadenar efectos pavorosos en el empleo. Preferir a los robots y no a las personas ahorrará costos, pero llevará al hambre a las familias.

No queremos escuchar periodistas esbirros, sin objetividad. Necesitamos prosperidad pisando bien la realidad. Queremos sentirnos orgullosos de nuestros políticos, admirarlos por su lucha, por su buen desempeño.

Requerimos confiar y no ahogarnos en la desesperanza. Un mejor Ecuador es posible. Nos urge ser felices y vivir en paz. ¿Realizable? Claro que sí. (O)