Nunca hay que dejar de insistir en la importancia de sostener y preservar la enseñanza de las humanidades. En una era tan desarrollada tecnológicamente, los centros de educación superior están obligados a ofrecer el estudio de las humanidades, porque en estas anida la posibilidad de intervenir en el mundo a partir de una larga tradición que ha mostrado preocupaciones por lo humano. La historia, la geografía, la literatura, las artes, la filosofía, la psicología, la lingüística, la antropología, entre otras, son una necesidad social y cultural porque permiten que comunidades e individuos hallen un sentido a lo que hacen.

Si como país queremos alcanzar alguna forma evolucionada de cultura y ciudadanía, no es solamente con las tecnologías y las ciencias duras como se construye el porvenir. Los humanos estamos hechos de relatos de todo tipo, y es preciso entender adecuadamente este componente de nuestra vida común. Las humanidades conforman un valor central de nuestro tiempo: Michi Strausfeld subraya —en el libro Mariposas amarillas y los señores dictadores: América Latina narra su historia (Barcelona: Debate, 2021)— que la comprensión sobre nuestros acontecimientos históricos se completa con las novelas.

La literatura —ese acontecimiento verbal creador que conmueve por los afectos y las ideas contenidas en él— contribuye a mirar la condición humana. Por eso preocupa que una carrera de Literatura, como la de la reciente oferta de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), no pueda abrirse. Para varias generaciones en los últimos cincuenta años, este ha sido un espacio fundamental en el que han enseñado y se han formado destacados críticos literarios y escritores. La PUCE, que está celebrando 75 años de creación, fue establecida por uno de los grandes humanistas: el padre Aurelio Espinosa Pólit.

Como parte de ese festejo se ha reeditado en dos tomos el teatro de Sófocles traducido por Espinosa Pólit. La versión de la Eneida del mismo Espinosa figura como una de las más deslumbrantes en el mundo de la traducción literaria. Debe estar por fallarse el XLV Premio Nacional de Literatura Aurelio Espinosa Pólit, en el género de poesía. Y, sin embargo, por falta de interesados, entre otras razones, en la universidad fundada por Espinosa el espacio académico dedicado a la literatura esta vez no podrá abrirse. Toda la comunidad de humanistas de la PUCE debe estar concernida ante este suceso que afecta a nuestro país.

Las humanidades y la literatura estimulan la formación de una ciudadanía activa, crítica, participativa, comprometida, entusiasta, informada… Un país que cuente con universidades potentes en estudios humanísticos es un país que hace algo concreto por conocerse, observarse, mirarse, cuestionarse y transformarse. Las universidades deben preservar a toda costa esos lugares en los que se trabaja la imaginación creadora. El narrador uruguayo Juan Carlos Onetti decía que él no sabía lo que era la literatura, puesto que para unos y otros siempre era algo distinto. “Para mí —dijo— siempre ha sido una fuente de felicidad”. He aquí una razón de por qué estudiar literatura beneficia a un país. (O)