Hoy más que nunca se hace necesario activar el poder de cambiar el mundo desde lo alto de la cima empresarial. Los grandes desafíos sociales, ambientales, éticos y culturales son un espacio al que están invitados a ser partícipes activos los líderes empresariales. Espacio que tradicionalmente lo han llenado la acción y la voz de los gobernantes, los líderes de movimientos sociales y los políticos principalmente de izquierda. A través de la historia, las empresas han demostrado ser las creadoras de riqueza, empleo y las impulsoras de innovaciones y modelos de negocios que han mejorado de manera radical nuestro bienestar. Han sido un claro y contundente ejemplo de eficacia cuando de objetivos se trata, de hacer que las cosas funcionen de verdad. Un ejemplo reciente es la contribución de los grandes laboratorios farmacéuticos que en pocos meses tuvieron listas vacunas que le han dado un respiro al mundo. También en nuestro país, gracias a la labor de muchos líderes empresariales se pudo paliar la ola del COVID-19 y lograr una vacunación exitosa.

Los líderes empresariales que han conducido a sus empresas en el siglo XXI han mostrado ser héroes victoriosos en un mundo lleno de pruebas y dificultades de todo tipo, adversarios, incertidumbres, cambios; incluso de gobiernos que en vez de apoyarlos han dificultado su labor. Hoy se les abre un umbral en su viaje: encontrar un propósito superior, una causa, un significado; en definitiva, una huella que podrían dejar en el mundo. Y tener una voz, un mensaje y una acción ejemplificadores al respecto. Es un desafío que los va a llevar a trascender y a complementar su tradicional rol de alcanzar objetivos económicos concretos. Un nuevo rol que va a mostrar a la sociedad la cara moral del capitalismo y del liderazgo empresarial.

Según Ortega y Gasset, toda persona necesita tener un ‘proyecto de vida’ o propósito: “La vida humana, por su naturaleza propia, tiene que estar puesta a algo, a una empresa gloriosa o humilde, a un destino ilustre o trivial. Se trata de una condición extraña, pero inexorable, escrita en nuestra existencia”. Un nuevo activismo por causas sociales, ambientales, éticos y culturales de los CEO y presidentes de empresas propuesto por Mike Toffel y Aaron Catterji, del Harvard Business School, tendría un alto impacto sobre la sociedad incluso ante propósitos superiores sin un vínculo directo con sus negocios.

No resulta nada fácil ante tanta adversidad y desgaste, ni está exento de riesgos adoptar ese desafiante rol transformador. Sin embargo, frente a tan grandes problemas y a la abundancia de información, muchas veces desorientadora, la sociedad necesita la acción y la opinión de referentes creíbles, y los buenos empresarios lo son. Este activismo aportaría a la empresa capital relacional, social y reputacional, el cual redundaría en la capacidad de atraer talentos, alianzas e inversiones. Un nuevo activismo de los líderes empresariales cautivaría la imaginación, la pasión y la creatividad de stakeholders, mileniales y las comunidades en pos de un mundo mejor. Todo fin de año es el final de una historia, pero también es el comienzo de una nueva, muchos líderes y sus empresas podrían iniciarla. (O)