Hace cincuenta años, entre el 5 y el 16 de junio de 1972 se realizó en Estocolmo, Suecia, la considerada primera conferencia mundial sobre el clima que adoptó el lema “Una sola Tierra”, cumplida por iniciativa de las Naciones Unidas donde se sentaron las bases para sucesivas reuniones globales sobre cambio climático, la número 27 se cumplirá en noviembre de este año en Egipto. Aun cuando ninguna ha dejado plenamente satisfecha a la opinión pública mundial, se debe convenir que gracias a ellas se han logrado significativos avances en concientizar a la población sobre la urgencia de preservar el planeta.

La evolución ha sido positiva y determinante, tanto que el inicial encuentro se denominó Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, resaltando al hombre como centro de la atención y preocupación universal, cambiando casi inmediatamente a estimar al medioambiente, con el hombre como elemento central en el interés de los líderes políticos del mundo, teniendo su máxima expresión en las decisiones vinculantes adoptadas en el Acuerdo de París de 2015 con desafíos concretos para los firmantes, teniendo como meta la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Paralelamente, consistentes estudios de los impactos del calentamiento bajo responsabilidad de científicos de alta credibilidad no dejan dudas de su existencia, a tal punto que son pocos los negacionistas auspiciados por poderosas empresas que se resisten a abandonar el culto a los combustibles fósiles, causantes en gran medida de la contaminación atmosférica con su engendro el aumento de temperatura y precipitaciones que se hacen sentir en todas las regiones con graves afectaciones a la convivencia de los seres vivos y la continua destrucción de la naturaleza, hechos que la prensa mundial ha recogido sin ambages al punto que ha creado un enfermizo temor convertido en ansiedad generalizada por el peligro de una próxima conflagración planetaria.

Sin embargo, es necesario transmitir las buenas noticias, como la que trae la decisión del máximo organismo de políticas públicas, la ONU, de trabajar con prioridad en la regeneración de mil millones de hectáreas de suelos degradados, antes inmensos campos de provisión de alimentos, meta a cumplirse hasta el 2030, ratificándose que las inversiones más rentables son las realizadas en la recuperación de tierras labrantías, calculándose que cada dólar destinado a ella se transforma en 30 de beneficios económicos, agregando que no solo detiene el nocivo proceso sino que corrige las degeneraciones.

El mes de junio será de promoción intensa de las resoluciones atinentes al medioambiente, evocando el primer encuentro cuando proclamó que tenemos “una sola Tierra”, no habrá otra, no la hemos honrado para proteger sus bondades, la humanidad debe detener sus acciones destructivas sabiendo que ha abusado consumiendo sin límites los bienes que nos ha ofrecido, con tal magnitud que ya se “ha empleado 1,6 veces la cantidad de recursos que la naturaleza puede proporcionar de manera sostenible”, entrando en un espacio pernicioso denominado “sobregiro ecológico de la Tierra” (ONU, FAO, 2021). (O)