Por su todavía no probada complicidad en este crimen que es noticia mundial, Joselyn fue la primera, inmediata y única detenida y acusada, por estar ahí con el asesino, y sobre todo por ser joven, cadete y… mujer. Por serlo en un mundo de oficiales superiores, avezados y… hombres. Aunque “volaron cabezas” y una docena de policías esté sujeta a supuestas indagaciones, ella ya fue condenada públicamente antes de un juicio, en esa colusión inconsciente y no acordada pero efectiva entre fiscales y policías, que le concedió a Germán Cáceres 48 horas para desaparecer y hacer desaparecer a María Belén Bernal. Aunque finalmente sí sea culpable, Joselyn es –al mismo tiempo– un daño colateral, pues ya perdió su libertad, su carrera, su nombre, sus posibilidades amorosas y media vida. ¿Culpable y/o chivo expiatorio?

Si cada día hay al menos tres sicariatos, cada semana hay varios femicidios que no le importan a esta república del caos.

Si cada día hay al menos tres sicariatos, cada semana hay varios femicidios que no le importan a esta república del caos. Lo que distingue al de María Belén, un “caso célebre” como dicen los franceses, es que fue perpetrado en uno de los lugares supuestamente más seguros del país, en medio de varios insomnes aprendices y profesores en la detección precoz del crimen, que registraron signos audibles y visibles de aquello durante la media hora de agonía de la abogada defensora de policías, y que no hicieron nada. ¿Estamos ante la típica excusa de que “siempre es delicado meterse en asuntos de pareja”? ¿O ante la versión perversa del llamado “espíritu de cuerpo”? ¿O ante el discurso del coronel encarnado por Jack Nicholson en la edificante película A few good men de 1992?

Unos pocos hombres buenos en medio de tantos malos. Eso piensa ahorita el Ecuador, de nuestra Policía Nacional. Eso piensan siempre muchas ecuatorianas, de los hombres. “Todos son la misma mierda con distintas moscas”, dicho hace casi cincuenta años por una chica a la que pretendí, fallidamente por supuesto, durante un bolero. Las protestas espasmódicas de los feminismos se entienden y justifican. Pero no cambian un fenómeno transgeneracional. La violencia contra las mujeres se incuba desde los hogares, ya se expresa en la escuela primaria y se extiende a toda la sociedad. Eso lo verificó hace tres semanas mi nieta de seis años en su primer día de clases, cuando intentó usar un columpio en el recreo. Se requiere una educación continua, donde la niñez todavía puede aprender, aunque los adultos ya somos disléxicos.

Caso Bernal: ¿quiénes integran el mando institucional de la Policía al que el presidente Lasso pidió poner cargos a disposición?

Sobre nuestra Policía Nacional, esta columna reconoce sus esfuerzos y logros, sin recursos, contra la delincuencia y en las “movilizaciones que inmovilizan” al Ecuador. Pero la escena del teniente, la cadete y la esposa que les trinca, quizás no es un hecho único ni aislado, solo que esta vez terminó en femicidio. No basta con designar a una mujer para dirigir esa escuela de formación, aunque no dudo de que Irany Ramírez lo hará mejor que la mayoría de sus colegas varones, y aunque su designación inmediata impresiona como apagafuegos reactivo y cosmético en estas circunstancias. Se requiere una transformación importante en los programas, en la selección del personal y ]en la relación de la policía con la ciudadanía. (O)