En las últimas décadas, inclusive con la presencia del SARS-CoV-2, se ha registrado un progresivo crecimiento de la población a nivel mundial, lo que ha generado una mayor demanda en el uso de los medios de transporte, ocasionando por ende incrementos en la contaminación, la congestión vehicular y los problemas de salud. Existen morbilidades en la población ecuatoriana por efectos directos del CO2 y del material particulado que se emana de las plantas industriales y de los vehículos que circulan en el país. Inclusive, se estima que más del 30% de la contaminación global se deba al sector automotor y los motores de combustión interna. Ante esta problemática, la solución a priori es la renovación del parque automotor por vehículos eléctricos o eléctricos híbridos (hidrógeno, supercapacitores, baterías, entre otros), siendo deber del Estado generar beneficios en su compra y una ley que promulgue ventajas económicas y ambientales del uso de esta tecnología.

No obstante, la solución integral y sostenible se debe basar en transformar la forma de visualizar los espacios urbanos, para que se conviertan en lugares seguros donde no solo se preserve la población sino los recursos naturales, lo que requiere la realización de prácticas sostenibles y la modificación de las políticas urbanas. Entre este tipo de políticas se incluye la del transporte sostenible, para que se permita mejorar la movilidad y reducir el número de unidades o vehículos. Para lograr un transporte sostenible, se precisa realizar evaluaciones en tres dimensiones principales, como son los medios de transporte y las distancias recorridas; la infraestructura vial dispuesta para ello; y el suministro y uso de instalaciones de transporte y energía.

Entonces, y llevando esta teoría a la práctica, para lograrlo es necesario reducir los actuales consumos de energía y mejorar, además, el desplazamiento de los grupos de movilidad reducida para incrementar el acceso al transporte público. Paralelamente, se debe lograr que el sistema de transporte sea seguro, es decir, que no exista delincuencia en el interior y que los estándares de calidad de este sector sean los adecuados.

Según varios estudios, investigadores y autores, existen seis vías principales para lograr un transporte sostenible: desarrollar y aplicar nuevas tecnologías; mejorar el transporte público; aumentar las actitudes ecológicas de los ciudadanos; promover una ordenación territorial sostenible que incluya las infraestructuras de transporte; mejorar las tecnologías de la información y la comunicación; y utilizar instrumentos basados en el mercado.

Cualquiera de estas seis vías debe ser canalizada por el nuevo gobierno, para que con base en un plan integral se logre una mayor eficiencia en el traslado de las personas. Por ejemplo, en diversos países existen las opciones del metro, el tranvía, los trenes de cercanías y los trenes de largas distancias, todos ellos eléctricos o híbridos. Estas iniciativas pueden ser asumidas por la empresa privada, logrando que se construyan de manera adecuada y rápida, evitando los trámites administrativos de las empresas públicas. (O)