Informaciones de organismos gremiales llevan a la conclusión de que Ecuador rebasó su récord de exportación bananera con 7 millones de toneladas métricas o 380 millones de cajas (+7 %), para generar ingresos en dólares de 3.400 millones como fruta fresca, incluyendo al plátano, sin sumar 154 millones por concepto de sus elaborados, escenario que debería deleitar a los involucrados en las suculentas cadenas productivas y de valor que lo administran.

Esta aparente opulencia oculta un desequilibrado reparto de lo que realmente genera la venta al consumidor en selectos mercados, con lacerantes secuelas en el interior del país, hechos evidenciados en estudios de Basic, Fairtrade (2015), confirmados con rigidez científica por Gabriela Danes, de la Aalborg University de Dinamarca, que visibilizan a los agraciados usufructuarios, siendo la principal figura las poderosas cadenas de supermercados y las transnacionales coaligadas a ellas, marginándose entre el 40 y 45 % del pastel, a costa de los eslabones más débiles, constituidos por insatisfechos agricultores que reciben solo el 6,8 %, los trabajadores 6,9 % y exportadores el 4,8%, alcanzando en conjunto la miga del 18,10 y 15,80%, según sea el destino USA o Alemania (Basic, 2016 y Oxfam German, 2015), sin marginar de la repartición a la Unión Europea con el 8,6 %, por los impuestos que causa el acceso a ese mercado.

Las naciones aspiran a colocar la mayor cantidad de bienes en busca de una positiva balanza comercial, para renovar inversiones en fincas, atender crecientes exigencias de compradores y provocar bienestar pleno a los actores nacionales y al país en su conjunto, imposibles de alcanzar con precios tan bajos manipulados desde afuera, desconociendo principios de solidaridad, reduciendo los ingresos de los productores, afectando intensamente a los desprotegidos, a quienes no les llega ni el precio oficial establecido, mientras algunos exportadores sufren aprietos para responder por las divisas declaradas.

La proliferación de exportadores sin historia hace caer ventas formales con cotizaciones inferiores a las legales, sin cubrir los niveles FOB ni el respetable mínimo a los agricultores, poniendo además en duda el “real monto de dólares ingresados”, según lo señala el experto Cecilio Jalil Morante, en comunicación publicada en este Diario el 31 de enero pasado. En paralelo, en tiempos de bonanza asoman importadores “golondrinas” deslumbrando con promesas efímeras, sin contratos duraderos, que luego en época baja desaparecen con la misma facilidad con la que llegaron.

Dada la prioridad social de las musáceas, el alto nivel político, actual y futuro debe liderar con vigor actuaciones conjuntas con sus pares latinoamericanos, ya los gremios de comercializadores dieron un paso firme con los suyos, hasta reivindicar una justa retribución por la portentosa fruta, anhelo sentido por la Unión Europea, que vería con respeto acompañamientos oficiales locales, menos timoratos, contra prácticas desleales que comprometan la sustentabilidad bananera, con daño a consumidores y a millones de ecuatorianos que tienen en ella la razón y seguridad de subsistencia. (O)