Luego de una jornada emocionante, llena de nervios y gritos, los ecuatorianos seguimos celebrando. Por supuesto, lo merecemos. Celebramos llenos de orgullo lo que hemos dejado en alto: la garra y el coraje de un equipo mezcla de juventud y experiencia, casi todos niños humildes salidos de pueblos chicos. Celebramos el fin de una leyenda que nos condenaba a perder el partido inaugural. Celebramos que, pese a habernos anulado el gol por un tecnicismo, remontamos todo pronóstico.

Atrás van quedando las dudas e intrigas de las semanas anteriores. Una vez que la Tri salta a la cancha, si en algo logramos estar siempre de acuerdo, es en el amor y la esperanza que nos genera ver a nuestra Selección. La Selección es un milagro, que no tiene explicación.

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Y claro, hablemos también de las estampas maravillosas fuera de la cancha... Compatriotas que pintaron de amarillo secciones enteras de ese lejano estadio. Ecuatorianos en todas partes del mundo, copando con orgullo bares, plazas o pasillos universitarios, luciendo orgullosos la piel de su país y cantando a todo pulmón el himno patrio. Y el día siguiente, un lunes positivo, lleno de buenas energías, ánimo, sonrisas. Una alegría inmensa para un pueblo que necesita esperanza en medio de tantas malas noticias.

Y por supuesto, seguimos celebrando esas “ecuatorianidades” que solo nosotros entendemos y somos capaces de celebrar, como nuestras barras vitoreando la cerveza en un país que la prohíbe; y, los miles de memes y frases célebres que aparecen en cuestión de segundos.

Qué maravilloso ejemplo que tenemos en el deporte, un resumen de cómo se debe manejar todo proyecto...

Todo lo impregnamos de nuestra idiosincrasia latina, sudamericana, en fin, ecuatoriana. Un ADN único.

Una chispa que nos enciende más allá del fútbol. Y por supuesto, brilla para lo bueno y para lo malo. La chispa que nos hace al mismo tiempo ser solidarios con el prójimo y pasarnos de la fila en el semáforo.

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Si algo tenemos claro los ecuatorianos es que nuestra accidentada historia es una larga mezcla de héroes y villanos, que se entrelaza para escribir cada página; pero en momentos como este, no cuesta nada soñar que esta unión maravillosa pueda impregnar también el resto de la historia.

Qué maravilloso ejemplo que tenemos en el deporte, un resumen de cómo se debe manejar todo proyecto en conjunto para que funcione.

Debiéramos aprender un poco de nuestro propio ejemplo como equipo: ponernos de acuerdo en los grandes temas que nos preocupan. Trabajar en equipo para intentar cosas grandes. Ser capaces de deponer individualidades para dar paso a las ideas ajenas. Poner a nuestros hombres valiosos al frente y confiar, aunque no estemos de acuerdo en todo lo que hagan.

En fin, soñar que somos capaces de manejar este pequeño equipo dentro y fuera de la cancha.

Desde esta columna felicitamos a quienes conforman la selección nacional de fútbol, por esta gran alegría que le han dado a un pueblo que tanto necesita de alegrías. Por representar con altivez a una nación pequeña pero luchadora, que no inclina la cabeza ante nadie y que merece mejores días, como los que vienen por delante de la Tri en este Mundial.

¡Vamos, Tri! (O)