En un museo pequeño de tamaño, pero inmenso en su dimensión y trascendencia, porque alberga más de doce mil años de historia, o más bien, de cultura, ha encontrado su nicho definitivo un elemento nativo de nuestras tierras: una vasija hecha de arcilla con las manos de nuestros ancestros Daule Tejar.

En un simbólico acto, la vasija de barro donada por la Dra. Lily Pilataxi de Arenas, al Centro de Huellas Nativa, DAL, inspiración del soñador, escritor y poeta Ramón Sonnenholzner Murrieta, con 30 piezas arqueológicas más, de las culturas Jama Coaque, Manteño Guancavilca, Milagro Quevedo, Bahía, Guangala Daule Tejar, Guayaquil, Chorrera, Machalilla, Valdivia y Vegas, esta última, la más antigua, de 8.000 a. C., fueron expuestas al público que se dio cita en el Parque Cultural La Garza Roja, donde la leve brisa del Daule se llevó el eco de los sonidos de los instrumentos de viento autóctonos que Schubert Ganchozo impuso en la singular ceremonia.

Así nació el Centro de Huellas Nativas DAL, en el Parque Cultural Garza Roja, que rinde homenaje a la cultura Daule Tejar

Nos dieron la bienvenida dos columnas de concreto, de tres metros de altura, que se yerguen majestuosas a la entrada del museo, guardianas míticas de estos tesoros, cuyo diseño es una emulación de sus similares del período lítico de la cultura Valdivia. Nos acompañó el canto de los pájaros que se alojan en los viejos algarrobos, árboles de mango, tamarindo, cedro y pechiche que, entre muchos otros, típicos de los lares dauleños, pueblan este sitio, donde los Museos del grabado y de las muñecas son una gran atracción.

Una réplica de la balsa de Humboldt, con su techo de bijao, nos miraba desde el río, contemplando curiosa los cientos de invitados, que se deleitaron también con la sabrosa gastronomía autóctona. Fue un viaje de placer en el tiempo, desde la actualidad, por la tecnología empleada en la codificación de los objetos museográficos, en un ir hacia atrás, buscando en el pasado nuestras raíces milenarias, en un rico conjuro de arte, naturaleza e historia.

Ramón Sonnenholznner construyó sus utopías en el parque Garza Roja

Cada una de las piezas nos hace apreciar la riqueza, creatividad e imaginación de los nuestros, que vivieron una época distinta, pero que dejaron su impronta en los grabados, y en estas figurillas, paridas de esas manos ancestrales, que a pesar de los siglos, continúan vivas, porque nuestros montuvios siguen la misma tradición. Son “las mismas manos”, instrumentos capaces de inmortalizar lo que nos ofrece el Centro de Huellas Nativa, DAL, cuyas siglas se deben a Doménica Ossa (+) y a la maestra Lily de Arenas y Antonieta Founes, arqueóloga. Por ello, cinco escultores dauleños recibieron una copia de esas manos, creación de Ángela Zambrano.

El “Yo quiero que a mí me entierren como a mis antepasados, en el vientre oscuro y fresco de una vasija de barro...” se escuchó de pronto y tres danzarinas de la Unidad Educativa Steiner nos hicieron sentir que estábamos en pleno templo prehispánico, viviendo el entierro de nuestros antepasados.

Felicitaciones y gracias a Ramón Sonnenholzner, quien, alejado de aspiraciones políticas, sueña con un país donde el arte y la naturaleza hagan de los hombres verdaderos seres humanos... (O)