Dicha frase la pronunció Leonidas Iza, presidente de la Conaie, ante una muchedumbre en Cotopaxi, después del levantamiento de junio. Mas los indígenas fueron insultados por atreverse a alzar la cabeza frente al poder y entrar en las ciudades de los “ciudadanos de bien”, ya no como postales de folklor. “Indios hijos de puta, fuera de Quito”, les gritaron. Un político proponía recibirlos con bates de béisbol “para repelerlos como se merecen”. Y en Guayaquil el cabildo entregó látigos con el mismo fin. “No merecen pisar la tierra que ustedes pisan”, arengó la alcaldesa a los policías metropolitanos.

Iza contesta: “Este pueblo no ha venido de locos; vino por la ira, por hambre, porque no tiene educación, no puede acceder a una alimentación completa. Es un problema estructural, de toda la humanidad, de empobrecimiento de las mayorías”. Denuncia que la miseria rural llega al 55 % y, en algunos lados, al 70 % y 80 %; que desde hace quince años no se respeta el precio referencial de la leche. Producen el 65 % de los alimentos, pero no los dejan entrar a los mercados. Ganan menos de $ 200 al mes. Protestan por el alto costo de la vida, encarecido con el aumento del precio de los combustibles. El propio jefe de Estado reconoció 40 años de postergación. Añade el dirigente aborigen: “Somos conscientes del desabastecimiento alimentario, pero los pobres no tenemos otro mecanismo, sin resultados en los diálogos”. En efecto, dos veces fracasaron las conversaciones con el Gobierno nacional y quedaron insatisfechas sus justas demandas.

También en el régimen precedente, dos años de silencio provocaron la revuelta. La ira responde a la indolencia, al quemeimportismo con los descendientes de quienes estaban en estos lares antes de la blancura que arribó para despojarlos, esclavizarlos, matarlos. Antes del mestizaje. Sin embargo, declaró el valeroso líder: “De los actos de vandalismo este pueblo no se va a hacer cargo”. Los indígenas han mencionado que el Gobierno los infiltró para deslegitimar sus reclamos. Se espera que una investigación judicial independiente e imparcial, que hasta ahora no existe, dilucide aquello. Seis manifestantes muertos no determinaron que el presidente de la República suspendiera los diálogos, sino el deceso del militar. El poder tiene su jerarquía de la dignidad. Igual sucedió en España, donde el franquismo glorificó exclusivamente a sus víctimas en la guerra civil que inició y no a las de la república, ni a las que persiguió después, por lo menos 150.000 muertos en total, en solo siete años de los que ejerció su tiranía.

Cuando tomó esa decisión, el mandatario se dirigió a sus “hermanos indígenas”: “Ustedes merecen más que un oportunista como líder, que los ha engañado. Solo cuando cuenten con legítimos representantes, que busquen verdaderas soluciones y estén abiertos a un diálogo real y franco, regresaremos a la mesa de diálogo”. Aludía al presidente de la Conaie. Curioso que el personaje hable de genuina representatividad, cuando, a junio, tenía una aceptación ciudadana de apenas el 17,14 %. El aludido replicó: “No puedo condicionar al Gobierno a que el diálogo sea sin el presidente”. Iza fue elegido con una mayoría abrumadora, con una votación casi duplicada a la de sus dos rivales, sumadas. Apoyo que se expresó multitudinariamente cuando fue detenido y al salir de Quito.

Leonidas Iza, para los odiadores, es rojo como el demonio, como los comunistas. Hay que difamarlo, a él y a sus representados. El presidente Lasso cometió la infamia de imputar al movimiento de estar financiado por el narcotráfico. Sin pruebas, que algunos esperan las haya. Únicamente por presunción, debido al cálculo ligero que hace del dinero gastado. Pretende olvidar que oenegés lo respaldan porque creen en él, que los indígenas hacen sacrificios, que pobladores de Quito los ayudaron, que dos universidades los albergaron. Difamaron a la familia del dirigente. Lo acusaron de paralizar los servicios públicos. ¡Pero si el Gobierno nacional ya los tiene paralizados en salud y educación con sus carencias! Ordenaron su prisión y, liberado, que comparezca dos veces por semana en Latacunga para estorbar su presencia movilizadora en Quito. El día de su cumpleaños le regalaron un balazo al vehículo que lo conducía. Toda la maldad encarnada en él, induciendo a creer que no lo siguen miles y miles de indígenas; y que también la Feine y la Fenocin, que desde 2019 luchan con la Conaie, no existen. Lo señalan falsamente de golpista y de estar aliado con el expresidente Correa. Se preocupan por el libro que con otras dos personas escribió, donde se confiesa anticapitalista. Son los mismos que, por estar contra Lula y Petro, no vacilan en alinearse con la ultraderecha. ¡Hay que decapitar a los líderes!

A regañadientes el régimen volvió a la mesa que abandonó y llegó a acuerdos con los alzados, en puntos que antes negó. Ya había empezado a ceder. Se establecieron beneficios para los protestantes y para toda la población, porque, como lo demostraron en el gobierno de Gustavo Noboa, su consigna es “Nada solo para los indios”.

“Volveré y seré millones”, proclamó Tupac Amaru en Perú, quien abolió la esclavitud. Sigue volviendo en millones en toda América. (O)