Hay una afirmación que proviene de las estrategias de liderazgo y cultura organizacional: las conversaciones de los equipos de trabajo definen su cultura.

Las conversaciones que tenemos condicionan los actos y las creencias.

Si pensamos en nosotros hoy, como sociedad ecuatoriana, como un grupo que comparte contenidos a través de las redes sociales y las noticias, ¿cuáles son las conversaciones que estamos teniendo?, ¿de qué estamos hablando?, ¿cómo eso nos está condicionando?

Lamentablemente, la mayoría de los temas que se presentan y se repiten tienen que ver con asesinatos, violencia de género, inseguridad, sicariato, amenazas y corrupción.

Lamentablemente, la mayoría de los temas que se presentan y se repiten tienen que ver con asesinatos...

En ese contexto, la primera emoción que aparece es el miedo, y son las emociones las que definen nuestras posibilidades para actuar.

Entonces, cuando vemos un video en el que alguien golpea a su pareja y ninguno de los presentes interviene, no creo que se deba únicamente a que se ha normalizado la violencia contra la mujer. Me atrevería a pensar que es un acto de miedo y desconfianza, porque existe la sensación de que en cualquier momento y cualquier persona, hoy puede sacar una pistola y dispararte, ante eso, la acción movida por el temor y el instinto de sobrevivencia es no intervenir, no exponerse. Lo que es penoso y lamentable en todo sentido, porque nos congela como sociedad. El miedo paraliza.

Creo que parte de las conversaciones pasan también por buscar culpables para canalizar la impotencia, para poder actuar de alguna manera, aunque sea simbólicamente.

Este no es un texto político que pretende apuntar con el dedo para un lado u otro, endosando una responsabilidad de la que siento, también tenemos cierta responsabilidad. Más bien quisiera poner sobre la mesa la sensación, ojalá equivocada, de que somos un país que desde hace muchos años vive de lo inmediato, con una falta de empatía para trabajar y pensar en un futuro y en unos otros que no seamos nosotros y nuestros entornos inmediatos. Un país que sobrevive un día a la vez, sin hacernos responsables y siempre demandando soluciones, sin mirar a largo plazo, sin proyectos de educación o una idea de “cultura” que nos marque, diferencie y proyecte como país.

Hablaba de esto con un amigo, de cómo aquello también promueve una cultura del oportunismo. Él fue redireccionando el tema, proponiendo tomar distancia para ver otras cosas, positivas y propositivas. Entre ellas me habló de un sujeto que viene a Ecuador, justamente a plantear otras conversaciones: Marcos Rossi. Un brasileño abogado, deportista y músico que nació sin brazos ni piernas, que estará próximamente dictando una serie de conferencias por el país. No lo conozco y siempre he sido medio escéptico ante estos temas motivacionales, sin embargo, mi amigo, con su acostumbrada calma y convicción, me dijo: “Escúchalo, puedes volver a creer”. Puede que sí, puede que no, pero oír otras experiencias que hablan de sobreponerse a contextos complejos donde es difícil visualizar caminos de solución puede ser el punto de partida para una nueva conversación. (O)