La pandemia del COVID-19 está dejando desempleo, crisis, enfermedad y muerte, pero también algunas cifras positivas.

El desempleo motivó a algunas personas a buscar otras formas de subsistencia y creció el número de emprendedores, algunos con propuestas innovadoras o que satisfacen necesidades importantes. Así nacieron muchos negocios pequeños, al principio familiares y, poco a poco, por la acogida de sus productos, pudieron ofrecer trabajo a otras personas.

Unos optaron por el sector alimentos, otros por la comercialización de suplementos alimenticios, confección de ropa, servicio de entrega a domicilio, réplicas en miniatura de grandes obras arquitectónicas, y en el mundo del arte y la cultura encontraron el tiempo necesario para dar rienda suelta a su creatividad y producir nuevas obras. Algunos están ya exportando sus productos.

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Entonces se vuelve necesario registrar la marca, como una medida de protección para evitar que otros la utilicen y la aprovechen. Algunos se decidieron por la venta online y en ese mundo es más necesaria la protección del registro de la propiedad intelectual. La directora del Servicio Nacional de Derechos Intelectuales, María Gabriela Campoverde, dijo que a pesar de que la economía fue afectada por el confinamiento, el registro de marcas creció durante la pandemia: en el 2019 se registraron 12.289; en el 2020, 12.445, y hasta noviembre del 2021 fueron 12.728.

Esto requiere que el sistema educativo incorpore entre sus objetivos el desarrollo de la creatividad de niños y jóvenes, es allí donde nace la capacidad de innovación. Los grandes inventos surgen en la imaginación de alguien y luego la razón, la ciencia, la tecnología los convierte en realidad. El desarrollo de la creatividad debe ir de la mano del desarrollo de la capacidad de aprendizaje permanente y la habilidad para evaluar las alternativas y tomar decisiones adecuadas y oportunas. Entonces estarán listos para iniciar y mantener sus negocios en el mundo competitivo y cambiante que viene. (O)