Mientras la gente vibra con las emociones que despierta el Mundial de Fútbol, las escaramuzas delincuenciales siguen aportando dolor y muerte a quienes tocan. Por eso es preciso que la sociedad no pierda de vista el objetivo de recuperar la paz social para el Ecuador.

Ayer, el presidente Guillermo Lasso informó que en las 36 cárceles del país se instaló un nuevo sistema de control y monitoreo, que cuenta con tecnología de inteligencia artificial y reconocimiento facial. Cabe decir ¡enhorabuena! y pedir que se asegure el debido ‘control para los controladores’, de manera aleatoria, permanente, para evitar que al poco tiempo se “dañen” los sistemas o “se apaguen” de manera conveniente para los corruptores.

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En entrevista con Radio City, ayer, Jim Shedd, un exagente de la agencia antidrogas estadounidense (DEA, por las siglas en inglés de Drug Enforcement Administration), se refirió a cómo ocurrió que José Irizarry, conocido como “el agente más corrupto de la DEA”, operara por tanto tiempo favoreciendo a los capos internacionales de la droga, enriqueciéndose con ello, con el pretexto de que la lucha contra las drogas era una batalla perdida.

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Shedd sostiene que no se puede negar que dentro de todas las organizaciones es inevitable la corrupción y que por ello es preciso ejercer los debidos controles. Además, rebate el argumento de que se les endilgue solo a los cuerpos policiales el fracaso del combate a los narcotraficantes y reclama acción de parte de los gobiernos locales y nacionales, en especial de los candidatos, que hagan propuestas de políticas o programas para desincentivar el consumo de drogas y para reducirlo. Pero de eso nadie habla, asegura.

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Una amalgama de factores ha llevado a que operadores del crimen, como de las entidades de control, de la justicia y miles de ciudadanos llanos, sean parte del problema al estar involucrados de diferentes formas con el tránsito y consumo de drogas y la impunidad. Se empieza a hablar de legalizar las drogas; sería mejor plantear cómo desincentivar su consumo. (O)