El caso de la estafadora peruana de 18 años que en redes sociales se vanagloria de haber obtenido dinero fácil (unos 600.000 dólares según sus estimaciones) porque vio que la gente se desesperaba por una entrada para el concierto de Daddy Yankee y revendió miles de veces su boleto, genera perplejidad por la desfachatez con la que exhibe una conducta parasitaria desprovista de empatía o remordimiento.

Luego de huir a Europa para disfrutar del dinero mal habido, parece capitalizar la popularidad que su mala fama le está proporcionando al difundir cada cierto tiempo nuevos videos en los que pasa de anunciar que se entregará a las autoridades porque supuestamente la quieren matar, a aparecer en faceta de turista o promocionando eventos que “esta vez” no se tratan de una estafa. Familias y educadores deben tratar sobre este hecho con el fin de orientar a adolescentes y jóvenes sobre el tipo de influencers que los inspiran y el riesgo de ser víctimas de estafas.

Tiene 18 años y es señalada como cabecilla de red que estafó con entradas al concierto de Daddy Yankee en Perú

La capacidad para manipular y engañar a víctimas potenciales –ingenuas o ávidas de ‘aprovechar una oportunidad’ para obtener ventaja sobre otras opciones– están presente en todo tipo de estafas: desde la captación ilegal de ‘inversiones’ en sistemas piramidales –notario Cabrera, Don Naza, don Marquitos, don Dieguito– hasta invitaciones con llamadas a “personas seleccionadas por su perfil” con el ofrecimiento de que se acerquen a retirar boletos aéreos o cenas, y tantos otros tipos de engaño con ánimo de lucro injusto, que incluyen los fraudes románticos a través de populares aplicaciones en internet.

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La actitud triunfalista de la estafadora peruana probablemente aliente a otros jóvenes también carentes de ética a imitarla, con mayor razón si la justicia no logra procesarla y si los estafados no la denuncian de manera particular. Una avalancha de denuncia, en el caso de las estafas masivas, debiera ser la reacción normal. Otra acción que pudiera tener un impacto social positivo sería que artistas hispanos influyentes manifiesten de manera pública su repudio a ese tipo de actuaciones. (O)