¿Es en serio? Esa pregunta, comúnmente escuchada en conversaciones de jóvenes como un sarcasmo, viene a la memoria cuando solo ocho meses después de que una agencia de noticias internacionales dejó al descubierto dos ‘escuelas’ de sicarios en Durán (Guayas) se hacen públicos otros dos espacios denominados así en la provincia de Santa Elena.

Polígonos de tiro ubicados en Punta Carnero (Salinas) y en un sector rural de La Libertad fueron destruidos esta semana. Los centros de entrenamiento de delincuentes estaban adecuados con llantas para simular obstáculos y son espeluznantes las imágenes de siluetas en representación de las víctimas.

En septiembre de 2022, el diario británico The Telegraph reveló en un artículo que las mafias albanesas de tráfico de alcaloides están impulsando las denominadas escuelas de sicarios con niños de hasta 10 años de edad en Guayaquil, en sectores como Pascuales. Les enseñan a cargar las armas, rastrear objetivos y asesinar. El medio de comunicación citó como fuentes a miembros de Inteligencia de Ecuador.

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Escuela de sicarios

La Policía ha asegurado que las zonas rurales donde se han detectado estas ‘escuelas’ seguirán bajo vigilancia y se conoce que en el cerro Las Cabras, donde en mayo pasado se intervinieron otros centros de adiestramiento de ilícitos, se hacen rondas.

¿Qué lleva a los jóvenes a entrar a estas supuestas escuelas? ¿Qué nos pasa como sociedad para que cada vez sean más chicos los ejecutores de crímenes violentos y secuestros? En las dos preguntas hay respuestas y mensajes.

La existencia de estos centros de entrenamiento para delinquir son una tragedia, ¿cuántos más están en la clandestinidad mientras los jóvenes luchan por un cupo en una universidad y los que ya salieron por una oportunidad económica, mientras crecen los crímenes violentos y secuestros? La indiferencia solo nos sigue matando como país. Hay que controlar sí, pero la prevención está en la educación, desde la familia hasta la escuela, y en la posibilidad de trabajar con dignidad. (O)