“Noche de paz, noche de amor,/ todo duerme alrededor./ Entre los astros que esparcen su luz/ bella, anunciando al Niño Jesús,/ brilla la estrella de paz,/ brilla la estrella de amor”. Esta estrofa de la popular canción navideña Noche de paz simboliza tanto para miles de millones de personas en el mundo que en esta época del año se contagian de alegría y buena voluntad. Sin embargo, entre luces, reuniones, regalos y cánticos, se puede perder de vista esa otra realidad que supervive en la oscuridad.

El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, pidió el pasado lunes a instituciones y ciudadanos de todo el mundo apagar las luces hoy, 21 de diciembre, a las 20:00 de Ucrania, en apoyo a su pueblo. Su gobierno lanzó la campaña #LightUpUkraine, que además busca recaudar 10 millones de dólares para comprar 1.000 generadores eléctricos para los hospitales del país afectados por los apagones ocasionados por los ataques de Rusia.

Si las personas que no están padeciendo una situación de invasión y ataques armados imaginasen cómo se sentiría que en la cena navideña con la familia reunida se cortara la energía y quedaran a oscuras por un periodo considerable, podrán reflexionar sobre lo que significa que los hospitales, con enfermos y heridos, no cuenten con electricidad o suministro de agua en zonas bajo ataque.

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Unos de los componentes del espíritu navideño son la solidaridad y la empatía. Tal vez desde distancias remotas no se pueda brindar ayuda directa, como los ecuatorianos suelen hacerlo cuando ocurren catástrofes, pero sí se puede demostrar apoyo con actos simbólicos, con el hecho en sí de pensar en las familias ucranianas y sus niños.

La paz, ese bien tan preciado y frágil –que lo pueden arrebatar un ejército enemigo como el crimen organizado y sus serviles acólitos–, es un elemento imprescindible para el desarrollo armónico de la gente, de los países. ¡Que las conciencias del mundo despierten y obren por conseguir la paz y preservarla! (O)