“Es la primera vez que este país será gobernado por un campesino”, resaltó ayer el nuevo presidente de Perú, Pedro Castillo, en su discurso de posesión. Las palabras y los símbolos empleados en la ceremonia –traje andino negro con bordados, sombrero chotano– contrastan con lo establecido en el ámbito político limeño, lo que se traduce en esperanza para el 50,12 % de electores que acogió su lema de campaña de “no más pobres en un país rico” y temor para la otra parte de la población.

Ecuador y Perú estuvieron en la mira internacional por la posibilidad de que los resultados electorales le confirieran más peso al socialismo, cuando varios gobiernos de esa línea en la región no han contribuido al fortalecimiento de la democracia, tan necesaria para la convivencia armónica y el progreso de los países.

Al aceptar el cargo, en coincidencia con el bicentenario de la independencia de Perú, Castillo juró “por Dios, por mi familia, por los campesinos, por los pueblos originarios, por los ronderos, pescadores, profesionales, niños, adolescentes, que ejerceré el cargo de presidente de la República en el periodo 2021-2026... Por un país sin corrupción y por una nueva Constitución”. Pero en el Congreso, su partido cuenta solo con 37 escaños, de 130.

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El flamante mandatario, quien días atrás descartó copiar “modelos” extranjeros y ha negado ser “chavista”, necesitará sabiduría y practicidad para conciliar las justas aspiraciones sociales con la realidad económica y política de un país de más de 33 millones de habitantes, azotado por la pandemia y por la inestabilidad política y con importantes necesidades económicas para dotar de servicios a un elevado porcentaje de la población que anhela empleo y mejores condiciones de vida.

Los alcances, en pro del bienestar social, de un mandatario campesino comprometido con su pueblo pueden significar un nuevo paradigma en la región.

Perú merece ser gobernado con equidad y respetando la diversidad política y social de su población. (O)