Un niño con desnutrición crónica tiene una talla inferior a la estándar para su edad: puede tener 4 años, pero parecer de 2. Esto es parte de un reporte de la Unicef que advierte que ‘nada se puede hacer’ una vez que el retraso de crecimiento es diagnosticado.

La talla podría ser solo un tema físico, pero viene acompañada de otros efectos. Un infante con desnutrición crónica puede sufrir bajo coeficiente intelectual, sobrepeso u obesidad y cuando sean adultos otras enfermedades.

En el país tres de cada diez niños menores de 2 años podrían padecer desnutrición crónica infantil, explicó el Gobierno en 2022 en medio del lanzamiento del plan Ecuador crece sin desnutrición infantil, que en 2020 se inició como estrategia nacional. Anunció que hasta el 2025 destinará $ 350 millones al año, entre atención en salud e inclusión social.

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En la lucha contra la desnutrición está también el sector privado. Son pasos positivos, pero silenciosos. Merecen mayor ruido para que lleguen a más personas, sobre todo en el sector rural y desde la planificación y el embarazo haya prevención, la mejor arma contra este mal.

En Puembo, una parroquia de Quito, la Fundación Redni, Pronaca y Cáritas Quito ejecutan un programa en el que de 26 niños, 25 nacieron sin desnutrición como efecto de la atención y capacitación.

El sábado pasado el comité comunitario de las parroquias del norte de Quito presentó un plan. El viernes el Ministerio de Salud anunció la capacitación de 30.000 funcionarios para monitorearlo. Y en Twitter, Erwin Ronquillo, secretario técnico de Ecuador crece sin DCI, publicó este fin de semana reuniones con organismos internacionales en busca de apoyo. Todos los esfuerzos son necesarios, todos los aportes son valiosos. Es preciso que a los sectores que más lo necesitan lleguen estos proyectos y sean difundidos para lograr mejores resultados en beneficio de la salud e incluso la economía, ya que los efectos de la desnutrición a largo plazo repercuten también en la productividad. (O)