Naila, Ámbar y Robinson son tres menores que batallan la lucha de su vida. Con ayuda de su “superquimio” –un héroe imaginario de una fábula que escuchan en el hospital– combaten las células malignas internadas en su cuerpo. Padecen cáncer.

Naila, de 7 años, tenía fiebre continua, se cansaba rápido y adelgazó en diciembre pasado. Se le detectó leucemia al igual que a Robinson, de 8 años. En junio pasado, él tuvo por varios días hinchazón en las manos y se le detectó el mal. Mientras Ámbar, de 14 años, sufrió un dolor en el estómago y le detectaron un tumor maligno en el páncreas.

Sus vidas cambiaron. Cada uno se ha sometido a múltiples exámenes y hoy llevan el tratamiento con la cercanía de su familia, tratando de vencer el mal que afecta a 122 niños por cada millón menores de 18 años, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

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Naila se ha sometido a ocho quimioterapias para combatir su leucemia en el área de Onco-Hematología del hospital Francisco de Icaza Bustamante. Ella va respondiendo favorablemente como una de las 65 pacientes con leucemia de ese sanatorio, que se suman a 55 pacientes que padecen de tumores sólidos.

Ellos usan servicios del área de Onco-Hematología, que hace año y medio se repotenció con 32 camas y 20 cupos de terapia ambulatoria, según Argenis Rojas, director del área.

Precisamente hoy, con la conmemoración del Día de lucha contra el cáncer infantil, se pretende concienciar sobre la existencia del mal y que los padres detecten sus síntomas.

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Según Rojas, entre el hospital De Icaza Bustamante y Solca hoy se atienden entre 210 a 220 casos al año. La leucemia es la más común. “El cáncer diagnosticado a tiempo es curable, si a un bebé le duele la cabeza y le sigue, eso no es normal. O si la talla no es normal, o no se alimenta bien, tiene la barriga muy grande o tiene una pelotita, que acuda a su centro de salud”, dice Rojas. Estima que con la detección a tiempo la sobrevivencia es de más del 90%. No obstante, actualmente muchos siguen llegando con cuadros avanzados.

Alexandra Villón juega a la pelota con Robinson, el menor de sus cuatro hijos. Él sueña con volver a jugar de arquero, luego de siete meses de vivir en la fundación Ronald McDonald, una casa de acogida para niños con cáncer. Llegan cada semana desde San Isidro (recinto de vía a la costa) para el tratamiento en Solca.

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“Esperamos un nuevo examen y que ya no haya células cancerígenas”, dice.

Rosa acompaña a su hija Ámbar. Ellas esperan el mismo examen tras nueve ciclos de quimioterapia. “Tengo harta fe y eso le transmito a mi hija”, agrega.

El ánimo es fundamental, la familia debe eliminar cualquier sentimiento de culpa y estimular al paciente, dice Betty Fey, de Cuidados Paliativos del hospital. (I)

Que la madre se acerque al centro médico con controles periódicos, en el primer año, todos los meses; en el segundo cada tres meses, y así siga... si se detecta a tiempo es altamente curable.Argenis Rojas, especialista