La historia cobra vida con el color. Logra que las escenas del pasado se vean casi de la misma forma en la que se vivieron.

Por eso Edgar Landívar comenzó a ‘pintar’ antiguas fotografías, “para acercar a la gente al pasado y despertar su curiosidad - dice-. Cuando las ven en color lo primero que comentan es ‘parece como si fuera una foto tomada hoy’”.

El guayaquileño es aficionado a la historia y la fotografía. A propósito del Bicentenario, decidió restaurar imágenes de Guayaquil.

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El proceso que sigue es una mezcla de trabajo manual y de inteligencia artificial. Primero, arregla las imperfecciones de las imágenes en Photoshop, como las que tienen las fotos de placa de vidrio. “En algunas se rompió el vidrio y eso lo tengo que reparar digitalmente, también los problemas causados por los químicos de la foto”, explica. Además, hay óxido y otro tipo de manchas.

Almacén Max Muller y Cía., en Guayaquil, 1910. Foto original (b/n): Instituto Nacional de Patrimonio Cultural.

A continuación, la foto va a un programa de inteligencia artificial y 'deep learning'. Landívar entrena las redes neuronales adversarias con un set de fotografías antiguas y el algoritmo aprende sobre los colores de esas imágenes. Si lo entrenara con fotos modernas, esos serían los colores que entendería.

Se usan librerías de código abierto, lo que quiere decir que las bases son públicas pero el algoritmo final es de Landívar.

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“Lo que hace el algoritmo es buscar entidades: un árbol, un carro, y darle características a cada una. Al final queda un buen resultado”, cree.

Guayaquil, 1900. Negocio de Lorenzo Tous & Co. Foto original (b/n): Instituto Nacional de Patrimonio Cultural.

Hay un retoque posterior, ya que a veces los tonos no son adecuados o el software no reconoce los tonos reales de las banderas u otros elementos.

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Dependiendo de la fotografía, puede demorarse hasta 10 horas haciendo un retoque, aunque los más rápidos los termina en media hora.

Fotógrafo frustrado

Landívar ha trabajado con el algoritmo unos 8 meses, pero lleva toda la vida restaurando fotos, de forma analógica y digital y haciendo fotos, desde que le regalaron una Zenit de rollo, cuando era pequeño. Se considera un “fotógrafo frustrado”, se dedica a la tecnología -a construir tarjetas electrónicas-, pero siempre encuentra tiempo para usar su Canon D60.

Tranvía en Vélez y Pedro Carbo, Guayaquil, 1919. Foto original (b/n): Instituto Nacional de Patrimonio Cultural.

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Sin embargo, su verdadero hobbie es la historia, colecciona libros antiguos de electrónica y “todo lo que tenga que ver con el pasado”, cuenta.

Por ello disfruta tanto este proyecto que fusiona ambas aficiones. Además, para su sorpresa, a la gente le ha gustado mucho, le piden que restaure sus fotos y ha lanzado un sitio de prueba llamado Fototia, para ofrecer el servicio.

Con las fotos históricas de Guayaquil, tiene la idea de sacar un libro con unas 50 o 60 imágenes, pero con textos históricos hechos por su amigo Vicente Adum, que explicarán “por qué fue tomada la foto, por qué las cosas aparecen donde aparecen, datos interesantes”, comenta.

Edgar Landívar con las tarjetas electrónicas que diseña. Foto: Cortesía.

Ventiladores para el COVID-19

Edgar Landívar forma parte del grupo que creó un respirador artificial Openventi para pacientes de COVID-19, específicamente hizo el diseño electrónico. Actualmente se está manufacturando en Durán. Los respiradores serán donados a instituciones que los puedan canalizar, entre estas, Salvar vidas. (I)