El hecho de ser papá no fue algo planeado para el médico guayaquileño Iván Olalla. El amor paternal llegó a él a través de Ketzia, su paciente de cabecera, una niña que conoció a los 5 años debido a su padecimiento de insuficiencia renal crónica.

La menor, quien fue abandonada por su familia, vivió en el hospital por tres años ya que no tenía un lugar seguro donde realizarse tratamiento de diálisis asistida. En esa convivencia diaria la niña le empezó a decir “papá” al doctor, pues era la figura paterna de protección que veía todos los días, quien le realizaba las diálisis, le daba su medicación e incluso jugaban en los tiempos libres del galeno.

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“Su casa era la sala de nefrología del hospital. Veíamos cómo ella despedía a todos los pacientes cuando ya se iban de alta con su familia y ella se quedaba triste en el mismo lugar, no había más mundo que el hospital para ella”, menciona el médico pediatra.

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Cansado de esa situación y por el gran cariño que le tenía a la menor, Olalla decidió iniciar un proceso de adopción, de tener la patria potestad de la niña, para así poder ser legalmente su papá y llevarla a vivir con él, en una familia como tal.

Y así fue, a través de un proceso del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) y Aldeas SOS, que le dieron la figura de familia acogiente, a más de la patria potestad, sin cambiar los apellidos iniciales con los que fue inscrita.

Y se convirtió en un padre de corazón. El médico recordó que luego de ser legalmente su papá, pudo junto con su familia iniciar la mudanza de su hija desde el hospital hasta una nueva casa, donde adaptaron su dormitorio y demás comodidades y personas que le hagan su dieta, la cuiden.

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“Fueron dos camionetas llenas de juguetes, peluches y regalos que ella tenía en el hospital, porque en estos tres años, las enfermeras, médicos y todo el personal y visitantes le tomaron mucho cariño”, recuerda Olalla.

Añadió que se le adaptó su cuarto con una cama de princesa, un televisor grande y unas cortinas rosadas tal cual ella quiso. También le obsequiaron una mascota, un golden retriever, para que juegue, con mucho cuidado, porque el perro era más grande que ella.

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El doctor Iván Olalla, médico nefrólogo pediatra, se convirtió en un padre de corazón al adoptar a su paciente quien vivía en estado de abandono. Foto: Cortesía.

Además, pudo llevarla a la escuela como una niña normal, ir a la playa, salir a pasear, ir de compras al supermercado, al centro comercial, jugar con sus primos (sobrinos de su papá adoptivo) y demás actividades que parecen tan normales en la vida de cualquier niño, pero en el caso de Ketzia no las había realizado.

Sin embargo, la enfermedad catastrófica que ella padecía ocasionó que esta historia tomara otro giro. Ella tuvo una infección que no logró resistir debido a su enfermedad de insuficiencia renal y falleció ocho meses después de tener esa vida en familia. El próximo 4 de julio la menor cumplirá un año de fallecida.

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En esta semana, el doctor contó que recibió detalles de sus pacientes por el Día del Padre, como un retrato con la imagen de su hija, de Ketzia, a quien siempre recuerda a través de sus redes sociales y cuando habla con su familia y colegas en el hospital.

Para él, este domingo 18 de junio será un día lleno de sensaciones encontradas. Él confiesa que por un lado siente tristeza, nostalgia, pero por otro siente satisfacción de haber sido parte de la vida de la menor, de haber cumplido parte de sus sueños.

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“Me quedo con que pude darle una familia, me quedo con que pude darle ese sentido de pertenencia que merece todo ser humano y ella no lo tenía”, dice el doctor, quien llora al recordar a su hija de corazón.

Él refiere que tenía la esperanza de que su hija pudiera ser trasplantada, sin embargo no pudo ser así, pero su alegría, sus sonrisas y ternura los recuerda con amor en los juguetes que ella dejó y que aún conserva junto a sus portarretratos tanto en el consultorio como en su hogar. (I)