Mercado de Sauces 9 recupera a su clientela por la variedad y frescura de los alimentos

“Venga caserita, hay de todos los sabores”, le dice una comerciante a uno de sus clientes, mientras le muestra unas apetitosas y grandes fresas que resaltan de entre una variedad de coloridas frutas. Hay manzanas, uvas, maracuyá, duraznos, bananas, mora, guanábanas, chirimoyas, todas se ven limpias y en orden, en este puesto del mercado de Sauces 9 .“¡Qué ricas se ven!, deme tres libras”, le responde Juan Mendoza a su casera, María, a quien conoce desde hace 25 años. En aquella época, cuenta, le compraba cuando tenía una carreta en la feria libre, que copaba el mismo cuadrante de calles del sector, que hoy abarca este centro de abastos. Ahí, el orden llegó con la regularización de los vendedores ambulantes en el 2000, año en que se inauguró este mercado con 410 locales. En estos 21 años, el golpe más fuerte que ha recibido su gente ha sido la pandemia del COVID-19 . En marzo de 2020, recuerda María, la mayoría cerró sus negocios por un mes, unos por el confinamiento, algunos por enfermedad y otros por precautelar su salud. Unos ocho comerciantes fallecieron, mientras otros sobrevivieron al virus, como Enrique Mullo, vendedor de pollo. “Estuve un mes intubado, en terapia intensiva. Gracias a Dios salí con ganas de vivir”, cuenta, mientras despelleja un ave con un machete pequeño en menos de un minuto. “Nos estamos recuperando”, evalúa Mullo e invita a los guayaquileños a visitar este mercado, que en las últimas semanas, con la vacunación de la población, la eliminación de la restricción vehicular en la ciudad y los cuidados de bioseguridad que mantiene la gente, empezó a recobrar la concurrencia de clientes y comensales por sus pasillos, todos con sus mascarillas puestas y una botellita de alcohol en sus bolsillos. Entre semana se reciben unos 2.500 y 3.000 visitas al día. Los sábados, quincenas y fin de mes, considerados ‘días buenos’, llegan unos 5.000 clientes, según el administrador del centro, Carlos Parra , quien afirma que de a poco se está recuperando el movimiento del mercado, al que llegaban hasta 8.000, antes de la pandemia.Son las 10:30 del 26 de junio y uno tras o otro llega al mercado, la mayoría en parejas, y algunos empujando carritos metálicos que provee el mismo centro. En la puerta, mientras unos llegan, otros salen con sus fundas repletas, como Zoila Quilambaqui , de 74 años, quien con su hija regresan cada sábado o domingo para hacer sus compras para la semana. En legumbres, frutas, frutos secos, mariscos y pollo criollo gastan alrededor de $ 60, cada una.Ahí, Zoila lleva 20 años comprando. Primero iba por cercanía, ya que vivía en Sauces 7, pero ahora, luego de haberse cambiado de domicilio a Villa Club (Daule) hace más de un año, regresa porque “es tan surtido, como un supermercado, y por la atención, todos son muy amables”, cuenta la mujer que, tras esperar los primeros meses de la pandemia, retornó en agosto a este centro, el cual se mantiene limpio. Además del personal de aseo que trapea los corredores, cada vendedor barre los residuos que caen al piso, en el perímetro de sus cubículos.“ En otros mercados venden la papa sucia, aquí me la dan limpia, además hay más variedad”, refiere Yolanda Aguiar, residente de Álamos Norte , quien gastó $ 17 en zucchini, tomate, ajo, zapallo, limón, haba, cebolla, zanahoria, entre otras legumbres. Otras clientes, como Miriam Sáenz, de Sauces, y Ney Veintimilla, de Acuarela del Río, también prefieren los productos de este mercado, aunque los costos -coinciden- han aumentado un poco. “Lo que yo compraba en $ 20, $ 25, ahora se me hizo $ 30”, comenta Sáenz. Y es que los precios pueden variar de una semana a otra, según los comerciantes, porque los mayoristas también les suben los precios. La jornada de los comerciantes, cargada de esfuerzo y empeño, se inicia antes del amanecer. Mientras los moradores aún duermen, en medio de la oscuridad, estos vendedores arreglan sus productos para recibir a sus primeros clientes, a partir de las 06:00. A esa hora, las puertas se abren al público. Los primeros en llegar son los dueños de restaurantes y locales de comida, que madrugan para comprar los alimentos que necesitan para preparar sus platillos.El trajín se mantiene hasta el mediodía, tiempo en el que los clientes no solo se abastecen de alimentos. Otros, como los esposos Johnny Vivar y Jenniffer Góngora, acuden exclusivamente a degustar los cebiches de Gust Conchas . “Cada quince días venimos a comer estos cebiches, porque son exquisitos”, dice Vivar, antes de dar la última cucharada de su cebiche de concha con calamar. Su esposa, en cambio, se deleita con los sabores del cangrejo y calamar. El aroma de los mariscos, su sazón y presentación detrás de la vitrina hace que los asientos de este local casi siempre estén ocupados. Este establecimiento ha recuperado el 75 % de sus comensales, estima George Moncayo, administrador de Gust Conchas, que mantiene el sistema de delivery que empezó en pandemia para entregar sus pedidos. La demanda por esa modalidad ha ido disminuyendo, a medida que aumenta la asistencia en el mercado, en donde hay también una variedad de opciones para desayunar o almorzar, con precios accesibles. Los cuatro integrantes de la familia Rangel López, por ejemplo, hacen un tour para elegir platos diferentes, una o dos veces al mes . El padre, ese día, pidió un pescado entero frito; la madre, un cebiche de camarón; el hijo mayor (13), un bolón mixto; y la hija (10), una humita. “Siempre venimos a comer rico, aquí cada uno elige lo que se le antoja”, afirma el padre, José Luis Rangel. Otros locales también han implementado el servicio de delivery, como Verónica Quishpe, quien muestra en su celular su cuenta en Instagram: ‘Micaseritaexpress”, en donde sube fotos de las legumbres que expende en su puesto y a través de esta herramienta digital . “Al principio de la pandemia entregábamos unos 50 pedidos al día. En los últimos meses ha bajado un poco, a diez clientes por día”, comenta Quishpe, quien confía en que las ventas se recuperen en los próximos meses. Esa es la esperanza que también comparten los vendedores Lizardo Escandón, de mariscos, y José Llerena, de carnes. “Venga, venga, mire esta pierna de borrego”, llama Llerena a los clientes indecisos que van por los puestos cotizando y tocando la textura de las carnes para saber si están frescos. Tras palpar la carne, Sara Salgado compra dos libras de borrego, a $ 7. “Esta carne es la más saludable, está suavecita y con grasita, perfecta para asarla”, comenta la cliente, residente de La Puntilla. Y es que a este mercado llegan de todos los rincones de la ciudad y desde los cantones aledaños, de Daule, Salitre, Samborondón y Durán.En el sector de abastos, desde donde se desprende un agradable aroma a vainilla, por el incienso encendido en algunos puestos, el comerciante Jonathan Lema calcula que han recobrado al 75 % de sus clientes. Lo que más vende sigue siendo los galones de cloro y desinfectantes, seguido de comida para las mascotas. Él está al pie de la puerta siete del mercado, que da hacia el parqueadero trasero, en donde 19 cuidadores con chalecos naranjas se reparten unos 230 carros que se acomodan en los 170 puestos asignados y en doble columna.“ Este ritmo de llegada de carros se ha multiplicado en los últimos dos meses. Se quedan 30 o 45 minutos”, sostiene Carlos, al que los clientes asiduos lo llaman ‘papá’, por ser uno de los más antiguo del mercado . A sus 68 años aún corre detrás de algunos conductores que avanzan despacio con la mano hacia fuera para entregarle unas monedas. “Esto nos ganamos, unos $ 0,25, $ 0,30”, dice el adulto mayor, mientras guía a otro conductor en uno de los pocos puestos disponibles.Y siguen llegando, la fila avanza de a poco desde los exteriores del centro hacia la calle principal, la Antonio Parra Velasco. Pero ahí tampoco termina la columna, se extiende por unos 100 metros hasta el redondel de esta arteria principal de Sauces 9. En todo el cuadrante externo del mercado, de ambos lados, también están ocupados por los vehículos de los compradores y comensales que siguen llegando hasta las 15:30, hora en que las puertas se cierran. Tiene 410 locales, 62 de productos de abastos, 63 de artículos varios, 137 de legumbres, 38 de frutas, 19 de carnes, 25 de aves, 20 de comidas, 12 de lácteos, 34 de mariscos.Las puertas se abren al público a las 06:00 y se cierran a las 15:30.Algunos comerciantes del mercado se quejan por un grupo de vendedores que se han apostado en las veredas, a los alrededores del centro de abastos. (I)

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